Política

Siembra y adopta un árbol

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  • Siembra y adopta un árbol
  • Claudia Hidalgo

De manera absurda hemos seguido un patrón de conducta del mundo del revés. Aumentamos el número de carros y con ello la emisión de contaminantes a la atmósfera que tanto daño causa a la salud; por el otro, acabamos con los árboles que regulan el clima, ayudan a la filtración del agua, dan oxígeno, permiten conservar la fauna, retienen el suelo, frenan las corrientes de aire, además de brindar una vista esplendorosa en cualquier lugar.

La muestra más clara es la construcción de un tramo más de la autopista México-Toluca, a costa de 37 mil árboles adultos que desde ese punto ayudaban a disminuir la contaminación de un polo del Valle de México. A partir que fueron derribados, curiosamente, han empeorado las condiciones atmosféricas, sino basta revisar los monitoreos de esa zona.

La explicación de la contaminación –dicen los técnicos– tiene que ver con complejas reacciones químicas que ocurren por la interacción de la luz solar y contaminantes primarios, las condiciones meteorológicas que impiden la dispersión, la alta radiación solar, altas temperaturas, estabilidad atmosférica y poca humedad.

Para todo eso los árboles tienen una función primordial que se reconoce en el discurso pero no en los hechos.

Algunos dirán que a cambio de los árboles derribados en la Marquesa sembraron 740 mil en Lerma, Ocoyoacac, Otzolotepec y Santiago Tianguistenco, lo cual es mediamente cierto porque esas plantas estaban antes del derribo y para cumplir la misma función deberán pasar al menos 20 años, como si las condiciones ambientales pudieran esperar.

En prácticamente todas las viviendas de esta entidad hay por lo menos un auto, pero en muy pocas existe un árbol o un metro verde. El gasto público para nuevas carreteras es multimillonario y el dedicado a la forestación limitado; ni siquiera comparable.

Tampoco tienen paralelo el número de estudiantes que se dedican a la arboricultura; cada año apenas y se presentan en la UAEM seis solicitudes para esta carrera.

Sin satanizar a los autos, estamos y seguimos equivocando nuestras prioridades, tratando de mover vehículos y no personas.

Los números son contundentes. En 2012 se tenían identificados 5 millones de autos circulando en el Valle de México, hoy hay más del doble. A este paso habrá más lámina que humanos.

La respuesta para frenar el crecimiento vehicular son ciudades compactas, opciones de transporte masivo; no incentivar la compra de autos nuevos, como si el poder adquisitivo alcanzara para eso y sólo quienes tienen posibilidades económicas tuvieran derecho a moverse en condiciones privilegiadas, sin tener que ir colgado de un camión, aplastado en el metro o arriesgando la vida en transporte inseguro.

Las medidas emergentes siguen pareciendo incompletas. Se esperan algunas acciones complementarias que permitan un resultado integral, pero porque no pensar en que por cada auto sembremos y adoptemos un árbol para contrarrestar un poco el daño que todos, en poco o gran medida, generamos.

De entrada tendríamos 6.5 millones de árboles más que significan un verdadero respiro.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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