En 1566 Bernardino Álvarez funda el Hospital de San Hipólito —el primer manicomio de América— y en 1700 el arzobispo de México, Francisco de Águilas y Seijas, le dona a José Ságayo una casa en la calle de La Canoa para que traslade ahí a las enfermas mentales que albergaba en su casa.
Estos dos psiquiátricos —de hombres y mujeres respectivamente — subsisten hasta el año de 1910, cuando en el marco de las celebraciones del primer centenario de la Independencia de México se inaugura el Manicomio General localizado en la Hacienda de La Castañeda, en Mixcoac.
Fue construido por el hijo de Porfirio Díaz con todos los adelantos de la época, y estuvo constituido por 29 edificios en un área de 327 metros de largo por 240 de ancho, rodeada por una extensa barda entre dos fosos; tenía separadas las alas de mujeres y de hombres, y cada una de ellas atendió en distintos edificios a los enfermos clasificados como distinguidos, alcohólicos, peligrosos y epilépticos.
Tuvo otros edificios dedicados a los talleres, enfermería y servicios generales, así como un área en dónde se encontraban las casas de los médicos.
Aunque se hizo para albergar a 1300 pacientes, en 1936 llegó a tener 2693, y por sus serios problemas de sobrepoblación y hacinamiento, en los primeros meses de 1964 el presidente Díaz Ordaz dio instrucciones para suprimirlo y fue demolido en 1968.
Fue considerado insuficiente y anacrónico frente a la modificación del sistema manicomial de tipo carcelario por otro concebido como hospital granja de puertas abiertas en los que se ofrece terapia ocupacional para que el paciente se adapte a las normas de la vida social, los hábitos de trabajo, la responsabilidad personal y la convivencia pacífica.
Para atender a los enfermos mentales se establecieron otros hospitales como el Bernardino Álvarez en Tlalpan, La Salud en Zoquiapan, José Sáyago en Tepexpan y las granjas para enfermos mentales en Villahermosa, Oaxaca y Hermosillo.
El proceso de cierre del Manicomio General fue conocido como Operación Castañeda, y además de responder a una política pública de salud, obedeció a intereses económicos relacionados con las dinámicas urbanas por estar en una zona de alta plusvalía en la que se construyeron unidades habitacionales como las Lomas de Plateros y las Torres de Mixcoac.
Se conservó la fachada del edificio principal que, reconstruida en Amecameca, se convirtió en el frontispicio de “la casa grande” en la que los Legionarios de Cristo realizan retiros espirituales, convivencias de jóvenes y cursos de formación académica.