Política

Migración y frontera

  • Tiempos interesantes
  • Migración y frontera
  • César Romero

Escuchar audio
00:00 / 00:00
audio-waveform
volumen-full volumen-medium volumen-low volumen-mute
Escuchar audio
00:00 / 00:00

Estimad@ lector(a). Aclaro: Estas notas no provienen de ninguna grabación ilegal, tampoco de algún documento secreto. Podrías llamarles “especulaciones”. Yo prefiero considerarlas como “imaginación sociológica” respaldada por hechos.

La idea central es muy sencilla: México y Estados Unidos implementan ya una nueva estrategia en materia migratoria que tendrá importantes consecuencias para ambos países.

Los rasgos centrales de dicho “acuerdo” son bastante claros:

1. El levantamiento de una especie de “muro fronterizo simbólico”, sobre todo retórico, cuyo propósito central es tranquilizar los miedos y posibles linchamientos políticos de los sectores más intolerantes de ambos países.

2. La utilización de decenas de miles de militares mexicanos y miles más de agentes fronterizos estadounidenses como una verdadera fuerza de contención contra el creciente flujo migratorio y los diversos riesgos de seguridad provenientes del resto del mundo.

3. Un entendimiento de facto que permitirá a millones de personas de origen mexicano vivir, trabajar y normalizar su residencia en el país del norte. Con ello se consolidarán como la principal fuente de divisas al país del sur.

En el nuevo capítulo de un peculiar y atropellado proceso de integración en marcha desde hace tres décadas, la migración mexicana hacia el norte será desigual y no equitativa, pero benéfica para ambos gobiernos. Sus pilares serán los mismos de siempre: el suministro a Estados Unidos de mano de obra (barata y confiable), consolidando así la seguridad estratégica de América del Norte.

Las bases del nuevo orden también resultan evidentes:

El pragmatismo radical del gobierno mexicano. Capaz de sumirse al extremo ante los insultos y desplantes de Donald Trump, el presidente de México también se replegará ante las “demandas moderadas” de la Administración Biden que considerará a la 4T y lo que ésta genere como una especie de “vecino incómodo”, pero hasta cierto punto capaz de mantener la estabilidad social en su país.

Por doloroso que resulte, no podemos negar que la satanización de los “bad hombres” fue un negocio político ganador. Justo por ello, Joe Biden ha traicionado su promesa de impulsar la reforma migratoria que abriría la puerta a la ciudadanía plena a poco menos de 10 millones de indocumentados a quienes como vicepresidente les dijo “ustedes también son Americanos”. En los hechos su Administración sigue deteniendo y deportando masivamente a ese río constante de gente que todavía considera a Estados Unidos como un sueño alcanzable.

Sin embargo, resulta claro también que migración es integración. Aunque ha tardado demasiado y ha tenido grandes costos y está repleta de multitud de injusticias, los “Hispanics” son la nueva gran ola migratoria en el histórico “melting pot” que integra la identidad nacional de Estados Unidos. El “futuro Latino” es ya una realidad en las escuelas, en la cultura, en los pequeños negocios y su fuerza laboral es fundamental para diversos sectores de la economía nacional, como la agricultura, hospitalidad y construcción.

Muy probablemente uno de los primeros resultados del nuevo orden girará en torno a algo que llevará la etiqueta de “frontera segura”. Comienza con la vacunación en la frontera de millones de niños mexicanos y seguirá con algún nuevo tipo de permisos especiales que permitan el “libre tránsito” para amplios sectores sociales de ese universo de decenas de millones de seres humanos que conforman la famosa “Amexica” más allá de 50 millas que delimitan la región fronteriza. Lo cual se sumará a la creciente “americanización” de amplios segmentos de sociedad mexicana, sobre todo en el norte del país, en las grandes ciudades y al interior de las clases medias “aspiracionistas”; esto es, aunque el concepto se escucha muy mal, ese “México blanco” que tanto contrasta con el “México moreno” que históricamente fue el primero que salió del país.

A escala global ambos países se necesitan. Por ello, es de esperarse que tarde o temprano el sentido común se impondrá sobre la polarizada retórica actual. No veo millones de “Mexicans” obteniendo la ciudadanía para inclinar la balanza electoral hacia partido demócrata por una o dos generaciones, pero sí parece casi “natural” el próximo aterrizaje de un sistema de visas de trabajo que permita a los sectores más dinámicos de la economía aprovechar el bono demográfico con que México entró al nuevo siglo.

Sobre todo, ahora que luego de poco más de una década, son más los mexicanos que migran que los que regresan. Además, eventualmente deberá llegar alguna forma de “regularización” de los 4 o 5 millones de paisanos que llevan ya un par de décadas, o más, construyendo su “American Dream” en Illinois, California, Texas y una docena de estados más. Quizás son una clara ruta a la ciudadanía plena, pero al menos para dejarlos vivir en paz.

Pocas veces más cierto aquello de “no nos une el amor sino el espanto”. México y Estados Unidos se complementan. Económicamente forman parte de un mismo sistema. La interdependencia es evidente y casi imposible de desarticular.

Se puede decir que Estados Unidos es una potencia de bajada y México una “nación milenaria” metida en una nueva crisis de violencia, descomposición social. Puede ser, pero también lo es que las pirámides demográficas de ambos países encajan casi a la perfección. Desde el norte con más de 100 millones de personas entrando a una vejez con dinero, pero necesitada de todo tipo de servicios y, desde el sur, con varias decenas de millones de gente joven con hambre de trabajo, consumo y, sobre todo, de prosperidad.

De cualquier madera es este caso aplica parafrasear a Russell y sostener que “geografía es destino”. Creo que las señales están ahí, a la vista: en la “donaciones” de vacunas anti-covid para niños de los estados del norte mexicano y muchas otras expresiones de “soft power”. Entre ellas más partidos de la NFL, y una Copa FIFA tri-nacional.

Y sobre todo: ese gran cóctel conformado por militares mexicanos, la propia corrupción endémica de autoridades de nuestro país y la propia violencia criminal. Factores todos que, se constituyen como una gran fuerza que frena el paso hacia Estados Unidos de lo que la retórica política del aislacionismo estadunidense denomina “pandilleros” centroamericanos, “terroristas”islámicos” y gente pobre del resto del mundo.

César Romero

Profesor de la UNAM

[email protected]

Google news logo
Síguenos en
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.