En las reuniones ¿diplomáticas? entre México y Estados Unidos aplica a la perfección el modelo -adaptado, claro- de la definición de futbol atribuida a Gary Lineker.
Tropicalizada la legendaria frase del delantero inglés está claro que la relación entre México y Estados Unidos es una diplomacia en la que participan muchos actores persiguiendo el bien común, pero que al final siempre ganan los gringos.
La barata detención de Caro lo confirma: no se cuidaron formas, tiempos ni apariencias. Era ya o ya. Y fue.
A escasos dos días del pase de lista en Washington quedó al descubierto la nueva indicación que -por su naturaleza- será negada en la homilía matutina, lo cual será irrelevante a la luz de los hechos.
A Rafael Caro Quintero, el ex líder del cártel de Guadalajara y libre desde agosto de 2013 tras un supuesto error procesal, los estadounidenses no le perdonan su participación en la tortura y asesinato del agente de la DEA en México Enrique Camarena Salazar ocurrido en 1985.
De acuerdo con periodistas de Sinaloa y Sonora, dónde residía el hoy detenido era muy conocido y de pleno dominio público, y a lo largo de casi nueve años ninguna autoridad lo había ido a molestar… hasta ayer tras la visita de Andrés Manuel López Obrador al Presidente Biden.
De estas visitas oficiales queda claro que no todo lo tratado se difunde, pero que sí se conocerá, antes o después pero se conoce, aunque muy pocas veces su cumplimiento había sido tan burdamente rápido y evidente.
Independiente de si ésta detención del ahora conocido como jefe del cártel de Caborca beneficia o no a aliados del régimen mexicano, lo mínimo esperado es que haya una contraprestación equiparable, en magnitud e impacto, de parte del gobierno estadounidense hacia sus vecinos del sur. Es lo mínimo que ocurría en anteriores gobiernos tras golpes similares.
De no haber mas que discursos de agradecimiento y una muy probable extradición, pero ninguna acción rimbombante que apuntale desde Estados Unidos a la administración obradorista, quedará la duda de qué se pagó o se apagó con esta acción relámpago que, tras cuatro años de gestión, repentinamente representó ser de gran interés para López Obrador.
