Han sido días de acalorados debates provocados por la campaña de afiliación de Morena, en la que intervinieron Adán Augusto López y Gerardo Fernández Noroña afiliando a Miguel Ángel Yunes Márquez.
En el partido hegemónico se traen una buena bronca, igual que con comentaristas y activistas fieles a la 4T, indignados todos por la afiliación de Yunes. La gobernadora de Veracruz y el morenismo de aquel estado tampoco están muy contentos. El gobernador de Oaxaca ya se quejó de la incorporación de Alejandro Murat.
¡Qué horror! ¡Cómo dejan entrar a nuestro templo a esos pecadores!
No se quejaron mucho cuando Yunes votó por la reforma judicial.
Pero más allá de Yunes en particular, me parece que deberían escuchar lo que dijo Ricardo Monreal ayer cuando se le preguntó del asunto: “No voy a descalificar a nadie, porque no tendría autoridad, yo vengo de cuatro partidos, imagínense que yo cuestione a los que llegan. Yo estuve militando en el PRI, en el PRD, luego en el PT, luego en Convergencia y ahora en Morena. No puedo ser impoluto, yo no creo en eso”.
Porque Monreal es solo uno de ellos.
¿Qué no fue Bartlett, sí, Manuel Bartlett, el mismo de la elección del 88 y otros “detallitos”, figura principalísima del partido y después del gobierno del líder máximo, fundador, ícono del partido que ahora integró a Yunes o a Murat?
Entiendo que lo de la foto y la credencial duela, pero ¿qué no van a las elecciones con el Partido ¡Verde!? ¿No fue ese el camino para que ahora voten con ellos, por ejemplo, Eruviel Ávila? Que cuando se declaró por Claudia Sheinbaum, el entonces líder de Morena Mario Delgado lo recibió diciendo: “Yo celebro el mensaje de ellos. La verdad, sorprende para bien, son políticos de trayectoria, de peso…” (¿no le faltó una “s” a la última palabra? Pregunto).
No da el espacio para seguir mencionando personajes que ahora son soldados del morenismo y cuya reputación es similar al hoy tan cuestionado y que como Yunes han conseguido el perdón de sus nuevos líderes del movimiento.
Entiendo la furia de la izquierda histórica que lleva décadas odiando al PRI y al PAN y desde hace una década el PRD. Pero esa izquierda hoy es parte del partido en el poder a partir de un rompimiento… en el PRI, que los devoró un poco. Y años después, tras dos elecciones perdedoras, López Obrador también entendió que para crecer tenía que abrir un poco la puerta y llegaron muchos.
Nadie les revisó la cartera, ni la conciencia. No se trataba de eso.