Vale la pena en estos días recordar los números de 2018 en la elección para diputados federales. Lo digo porque hay esta narrativa que pretende igualar el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en la elección para la Presidencia con el de su partido para el Legislativo.
En las elecciones para diputados, los resultados fueron hace tres años los siguientes: Morena ganó 37.25 por ciento, el PAN ganó 17.93 por ciento y el PRI ganó 16.53 por ciento. Entre los tres principales partidos del país, entonces, se quedaron con 71 por ciento de los votos. Si uno agrega 6 por ciento entre votos nulos, independientes y candidaturas no registradas, el resto de los muchos partidos se repartieron 22 por ciento de los votos.
La composición de la Legislatura que se va tuvo que ver con las muy explicadas triquiñuelas sobre coaliciones, chapulines y sobrerrepresentación. Pero votos, lo que se dice votos, eso fueron.
A la hora que debo entregar esto a mis compañeros para el cierre, algunas encuestas de salida que coinciden con encuestas anteriores y el poco avance del PREP, parecen indicar que el resultado de la elección para diputados, en votos, son Morena, con alrededor de 38 por ciento, y PRI y PAN, con alrededor de 19 por ciento cada uno.
Eso quiere decir que más allá de todo lo que se ha discutido en las últimas semanas, las cosas, en términos de votos, no han cambiado demasiado en los últimos tres años, con excepción de lo que parece haber sucedido con la chiquillada que parece haber cedido votos a los tres partidos grandes que habrían ganado un par de puntos porcentuales cada uno. Esto, por supuesto, influirá por vía de la repartición de plurinominales la conformación de la Cámara, con algunos nuevos candados en las reglas de asignación. Pero, sobre todo, importa qué partidos al final de la contienda perderán el registro —los tres que importan para esto están en el límite—, porque eso puede determinar si hay mayoría y de qué tamaño de la coalición que gobierna en el Congreso.
Pero si vemos las proyecciones de cada coalición en votos —más allá de pérdida o no de registros oficiales—, no mucho parece haber cambiado de 2018. Parece anticlimático para unos y otros, pero el voto de los ciudadanos parece claro. Los próximos años podrían ser como los últimos en San Lázaro.
Las estatales parecen haberse puesto mejor.
@puigcarlos