Ha quedado para la historia, triste, aquella declaración en febrero de 2008 del entonces secretario de Hacienda, Agustín Carstens, de que la crisis económica estadunidense provocaría en México un catarrito, que no había mucho qué hacer.
El resto es historia. Ese mismo año, la economía mexicana apenas creció y en 2009 se desplomó. Ni los dos años siguientes, ni los dos primeros de este sexenio, todos de crecimiento, han alcanzado para recuperar lo perdido.
En 2012, el PAN perdió la Presidencia frente a un adversario que prometió mayor bienestar económico. La crisis de aquellos años, por cierto, no fue pareja. Las economías de Colombia, Chile, Argentina, Brasil —por mencionar algunas similares— no sufrieron como la mexicana.
El sexenio de Enrique Peña Nieto ha sido decepcionante en términos económicos. El primer trienio terminará con un promedio de crecimiento menor al de los 12 años del panismo y le ha tocado la drástica caída en precios del petróleo, la desaceleración de la economía china y la lentitud de la economía estadunidense para despegar en serio, y el fortalecimiento del dólar, que tiene al peso depreciado. Ahora, los mercados financieros andan nerviosos y terminarán impactando inversiones y poniendo trabas al crecimiento. Todo añadido a una economía cuyas distorsiones y deterioro le impiden crecer como se necesita.
Hasta hoy, lo que hemos escuchado del gobierno es que hay unos a los que les va peor o que, a pesar de todo, hay algunos signos buenos. La única receta de urgencia ha sido reducir el gasto este año.
Pero en unos días, la Secretaría de Hacienda tiene la oportunidad, tal vez la última del sexenio, de proponer un plan que enfrente las crisis global y mexicana. Somos un país que recauda poco —de los peores en el continente— y que gasta también poco y muy mal, lo que ya tiene un impacto severo en la calidad de los servicios públicos como salud o educación. (Vale la pena leer los artículos de Macario Schettino de la semana pasada).
Es hora de hacer algo serio.
En febrero del año pasado, la Secretaría de Hacienda prometió no cambiar el marco tributario a menos que un evento macroeconómico los obligara.
Creo que es hora de romper aquella promesa y cientos de inercias en el gasto y no confundir la situación mexicana con "un catarrito".
Hay gripes que matan, sobre todo cuando son crónicas.
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