Si viviéramos en la normalidad a la que nos habíamos acostumbrado, en Estados Unidos estaríamos apenas viviendo el último tramo de las elecciones primarias para elegir al candidato demócrata que se enfrentaría a Donald Trump en su intento de reelección en noviembre.
Es cierto que antes de que la epidemia se volviera la catástrofe que es ahora en Estados Unidos, ya estaba claro que Joseph Biden llevaba una delantera casi inalcanzable, pero seguramente Bernie Sanders seguiría en la lucha para posicionar los temas por los que él y su base de votantes, a la izquierda del partido demócrata, han venido luchando desde hace muchos años.
El virus acabó con eso.
En los últimos días, los contendientes demócratas que importan han salido todos a dar su apoyo a Biden y ahora les tocará convencer a sus delegados y, sobre todo, a sus bases a que confíen en el ex vicepresidente. El mismo Barack Obama ha salido antes de lo que hubiera salido sin virus.
El acelere demócrata tiene también que ver con su rival.
Donald Trump está en campaña. Y nadie desconoce que en momentos de crisis como los que se viven en el mundo, en particular en Estados Unidos, el presidente, el que lidera la batalla, siempre tiene una ventaja.
Pero Trump ha hecho más.
Se ha querido construir la imagen de salvador de la nación. Su último detalle, su nombre aparecerá en los cheques de ayuda que se repartirán a más de 70 millones de estadunidenses como parte del paquete de rescate que aprobaron legisladores de ambos partidos.
Frente a la evidencia, con sus discursos y declaraciones, de que durante todo febrero Trump despreció el virus y lo que le venía encima, ahora ha decidido encontrar otro culpable: la Organización Mundial de la Salud; retirándole los fondos y acusándolos de no haber hecho lo suficiente en China cuando apareció el virus.
Esta movida no solo pretende poner la responsabilidad en la organización internacional, sino que apela a su base más leal que no soporta ni a las organizaciones internacionales ni que Estados Unidos gaste dinero en ellas.
Trump tiene las herramientas, hasta ahora, para ganar la guerra de la propaganda.
@puigcarlos
