Cultura

Tendencia palabrera

Afortunadamente ha llegado un receso en la fiebre mundialista. No es que uno reniegue del sacrosanto pambol, pero es que, como dijera el filósofo de la voz acalambrada, José José, hasta la belleza cansa. Se han ido dos semanas y media de balompié y de cuando en cuando se necesita poner paz en el espíritu convulso y hastiado de tanto esférico. Quizá por este páramo de quietud y relajación es que se consigue advertir otras señales de vida. En pleno disfrute de lo que los holandeses denominan niksen, o el arte de no hacer nada, cierto espécimen llegó a romper la tranquilidad con uno de sus terminajos, propios de la generación a la que pertenece.

Tan bien que estaba en mi franca degustación de tubérculo poblano, para que el ser en cuestión venga con sus zarandajas. “Ese tipo resultó ser muy random”, dijo sin mediar nada, suponiendo que estaba al tanto de su perorata.

“¿Muy random?”, pregunté luego de ser sacado de mi “idez”. “Azaroso el sujeto”, aseveré con la seguridad de tener ya los cinco sentidos en el presente. “No, Charly, se le dice random a alguien extraño”, remató la criatura demasiado novel para ser mileniaca y demasiado vetusta para ser zeta. Cantidad de años nos separan, pensé, y de inmediato me sentí el tío Carlangas en plan chavorruco tratando de ponerse al día en el fraseo centenial. Aunque, como era de esperarse, pegué el grito a la menor provocación y eso era cada que aparecía alguna de las formas expresivas actuales.

“Topar”, dicho hasta el hartazgo como sinónimo de encontrarse cara a cara, o incluso de reconocer la presencia de alguien. La detestable “ocupar”, como equivalente a necesitar o requerir algo, cuando en realidad alude al empleo de un espacio u objeto.

El uso de la palabra “porque”, que busca explicar algo sin precisar más términos que un sustantivo posterior (llegué tarde porque lunes, estoy cansado porque fiesta); o la clásica “sí soy”, para asumirse empático y reflejado en la realidad de otro.

“Quedé payaso”, locución que prescinde de la comparación y hasta de la segunda palabra para acudir a la tradición del emoji y poner el correspondiente signo. Y qué decir de “ño”, como negación de botepronto, o “deli”, expresión protoyuppie que refiere la exquisitez en el gusto sobre un alimento.

Y aunque esta lista no es propia de la elocuencia postpuberta, pues hay adultos que también la reproducen, me declaro con sorpresa ante la veleidosidad del habla. Y también atraído por sus múltiples atajos y por la apropiación simbólica de las expresiones, esa que nos define por aquello que escuchamos y reproducimos.

Si es cierto que los límites de la mente están determinados por el alcance del lenguaje, haríamos bien en propiciar la reflexión y ensanchar el perímetro de lo que dicen las palabras. No para estigmatizar a sus interlocutores, sino para asistir al pleno encuentro de ese ente vivo que es la lengua.

@fulanoaustral

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Carlos Gutiérrez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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