Cultura

Las muy pocas semanas

Al parecer la enfermedad de nuestros días no es otra que la productivitis. Estamos embebidos en dedicar los días a generar lo que sea, en tanto nos estemos moviendo en busca de objetivos. Se dice que aquello que no es medible no se puede mejorar. Quien ideó está máxima tenía muy clara la idea de la calidad y de cómo esta podía redundar en más y mejores condiciones de rendimiento.

Pero incluso tal aseveración nos convierte en presas de lo que hacemos, en esa suerte de hormiguitas que van por ahí, siempre en franca chinga loca, como si la existencia dependiera de eso. Noticia para los desprevenidos, incautos y optimistas de la adicción al trabajo y la necedad de estar haciendo algo de forma permanente: la vida de hecho se va en ello.

Hace años encontré en la web una historia que hablaba de la infinita capacidad de los seres humanos para hacer como que hacen. En la escena una persona se asombraba de lo mucho que creía realizar a lo largo del día, aunque en realidad saltaba de actividad en actividad sin terminar nada, hilvanando asuntos pendientes que encontraba a su paso. Al final, como era de esperarse, su protagonista se declara en agotamiento por haber tenido un día abrumador. Este relato de procrastinación activa es quizá más común de lo que se piensa. Dirían los afectos al tren del mame, es gracioso porque es cierto.

El ritmo vertiginoso que este mundo nos prodiga otros ejemplos, como la metáfora de los deportes, donde hay que ser más alto, más rápido, más fuerte, en la lógica rompedora de récords. ¿Para qué? Para demostrar que se puede ir un paso más allá. Es decir, para romperlos y nada más.

En una variante del hiperproductivismo, al intentar dar mediana coherencia a estas palabras me debato entre el desarrollo de distintas actividades simultáneas, en esa especie de locura posmoderna llamada multitask. Y por supuesto me asumo extenuado en cuerpo y mente.

Pero es preciso continuar, porque todo es para ayer, como sostienen los mamertos agoreros de la calamidad laboral. De ahí que lleguemos a tener la percepción de que las jornadas vuelan a medida que nos ocupamos en estar ocupados. Gabriel Zaid, en Los demasiados libros, sostiene que la humanidad produce más textos de los que es capaz de leer.Ese reloj que nunca alcanza es una extensión del caso, por cuanto las horas jamás resultan suficientes para finalizar el cada vez más grande caudal de pendientes. Sobre el tema hay un libro que me tiene absorto entre una tarea y otra. Se trata de Cuatro mil semanas, en él Oliver Burkeman plantea la brevedad con la que los seres humanos batallamos, en esa intentona por sacar provecho a la realidad pretendiendo llevar a cabo más cosas y mejor.

Y propone una mejor gestión del tiempo destinada a fomentar calidad de vida en mortales que no tendrán más que esa cantidad de semanas en promedio para intentar algo con ella. O para morir, literalmente, en el intento.


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Carlos Gutiérrez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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