Una leyenda urbana sugiere lo que habría pasado entre Marilyn Monroe y Albert Einstein de haber coincidido. En especial, cuando se pusiera sobre la mesa la hipótesis de una relación entre ambos. Ante la posibilidad de que, según la rubia, el resultado de la unión contara con su belleza y la inteligencia del físico alemán, el despeinado genio repeló anticipándose al latente escenario opuesto.
Quien osó dar vida a semejante ocurrencia tenía muy clara la eficacia de la incorrección política, pero además conocía el potencial que desde entonces posee la cultura pop para llamar la atención del respetable en busca de su fervor y su consumo. Para nadie es un secreto el interés que se crea en el imaginario colectivo cuando dos figuras públicas son relacionadas, en particular si son gratas. Es el equivalente a una alineación de astros casi al alcance de la mano.
Por ello, cada que el milagro de la vinculación ocurre el mundo se cimbra y no puede esperarse más que el chisme ande en boca de todos. “Es el shippeo, Charly”, decía en una ocasión una colega centenial, familiarizada como los de su especie en el empleo de palabras que ayuden a ilustrar sus vivencias. “Viene de relationship y es la forma en cómo se emparejan dos seres”, agregó. “¿Y por qué no se llama nada más relate?”, pregunté en tono aguafiestas. “¡Ash, Charly, contigo no se puede!”, remató la criatura.
El tema viene a cuento luego de la conmoción que ha generado el shippeo entre el ala cerrada de los Kansas City Chiefs, Travis Kelce, y la cantante Taylor Swift. Nada nuevo en el bisnes del deporte y el espectáculo, si se acude a la memoria para ilustrar los escarceos entre quienes han tenido los focos encima. Fue la propia Monroe quien en los 50 dio su bracito a torcer para acabar desperdiciándose con el beisbolista de los Yanquis, Joe DiMaggio.
Mucho menos glamoroso, pero igual de llamativo fue varias décadas después el romance entre la cantante Jennifer López y el toletero Alex Rodríguez. O aquel affaire que ha unido hasta la fecha al spice boy David Beckham con la posh girl Victoria Adams. La tormentosa relación entre los nada pintorescos Madonna y el basquetbolista Dennis Rodman. Así como el longevo pero fallido amorío entre el quarterback Tom Brady y la supermodelo Gisele Bündchen.
Y en el entorno iberoamericano también se ha hecho ruido desde épocas remotas, con la siempre tozuda Lupita D’Alessio y el pambolero Carlos Reinoso; el popero Enrique Iglesias y la tenista Anna Kournikova; la diva de la banda, Jenni Rivera y el serpentinero Esteban Loaiza, y en los últimos años el impresentable Gerard Piqué y la nada llorona y muy facturante Shakira. No cabe duda, el shippeo es todo un deleite para la banda y además carne de cañón de primera para las revistas del “cora” y los programas con el sello Paty “Chismoy”.