Las calles se encontraban semivacías, los diferentes espacios públicos y centros de trabajo de todo México observaron cómo, ahora sí, el asunto iba en serio.
En esta ocasión ni la necesidad económica, ni la indiferencia y mucho menos el desdén y necedad de un presidente las iba a detener.
Nunca como antes, las mujeres de este país alzaron su voz para lanzar un mensaje de protesta y apoyo mutuo a la vez.
La indignación por las constantes acciones erróneas de un gobierno que les ha fallado a todos, no solo a las mujeres, ha sido el detonante para expresar la rabia y el encono que millones de mujeres mexicanas sienten al ver que día a día son acechadas, acosadas, violadas o asesinadas.
Es verdad que esta violencia ha estado presente siempre, pero ahora son ellas las que actúan ante el poco interés que ha mostrado un gobierno por esclarecer y parar los feminicidios, la desigualdad y la impunidad.
Fue un paro organizado por mujeres y ejecutado por mujeres, pero apoyado también por miles de mexicanos.
No estamos hablando de una turba iracunda financiada por intereses alternos o grupos políticos, hablamos de mujeres sin distingo de clase social, ideología o residencia que reclaman, en un país machista por naturaleza, contra la violencia y la discriminación de género.
El movimiento nacional “un día sin mujeres”, convocado por el colectivo “brujas del mar”, es una muestra de lo que verdaderamente somos como país, cuando entendemos una necesidad y nos solidarizamos entre nosotros.
Este tipo de iniciativas ya se han efectuado en países como Islandia y Polonia, y han puesto el ejemplo de la fuerza que tiene una sociedad cuando persigue un objetivo o bien común.
Este ocho y nueve de marzo se ha dado un paso muy importante, con sus marchas, con sus reclamos, con sus ausencias, las mujeres mexicanas, nuestras amigas, madres, hermanas y esposas, nos han demostrado que México puede ser un país diferente.
Si como mexicanos no entendemos que debemos de cambiar y apoyarnos, si no escuchamos y atendemos sus gritos de ayuda, entonces, verdaderamente estamos fritos.
