Política

“Nos queremos ir con él a ‘La chingada’”

  • Crónicas del adiós
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  • Editorial Milenio

Quinta gira. Sábado a mediodía la cita es en Tlaxcoapan, Hidalgo. De la carretera a la terracería. Entre maizales y nopaleras, se llega a carpa blanca y debajo de ella sones huastecos y unos 1,200 asistentes. A un lado el hospital general de zona que se construye y otro de primer nivel que ya atiende. Personal médico tiene los lugares preferentes. Estamos en el mero Valle del Mezquital, en la región de Tula. Una señora le dice a otra “lo vamos a extrañar mucho y nos queremos ir con él a ‘La Chingada’”. Quién nos manda a oír lo que no debemos. En la bola, don Cruz, anciano con mirada de niño, abraza a su ‘amlote’. Cerca, un niño con mirada de anciano, observa a los ojos a su ‘amlito’, como cuestionándolo.

‘¿Existes?’. Como los niños que iban a ver al “Santo” a las luchas, pienso. El de carne y hueso trae una guayabera con tiras bordadas a punto de cruz. Claudia Sheinbaum blusa blanca, sencilla. El gobernador hidalguense, Julio Menchaca, camisa color morena; “¡fuera, fuera!”, lo abuchean. Claudia habla, no lee. Emociona al respetable. Le sigue el presidente. Tiene un momento sensible con el gremio presente: “nos causó mucho dolor el COVID, se nos fueron muchas personas que siempre los vamos a recordar con mucho cariño”. 
Se despide y les deja una tarea: “nunca permitir que vean de menos al pueblo”. Les dice que a lo mejor va a regresar. Difícil. Lo saben todos. Corre viento frío. Se pone la chamarra azul antes de subirse sin ayuda a la Suburban negra, por la portezuela izquierda trasera. La presidenta electa, por el lado derecho. Salimos a San Salvador el verde, en Puebla. No hay tiempo para comer. En el camino, la noticia: Trump sufrió un atentado. Fallido, pero fue levemente herido. El presidente mexicano se pronunció de inmediato con un ex tuitazo, ahora puro ‘ex’.

‘Escala técnica’ en los ‘Liverpoolques’ a la entrada de San Salvador. Al baño, o sea. De a 5 pesos por emergencia. Emotivo el acto. Sincero. Campesinos. ‘Hasta siempre. Lo queremos desaforadamente’, habla una barda. Es la gira negada del adiós. Sí, sí y sí. Por la calle de enmedio, río de pueblo. Literalmente. Por ahí entra el presidente también. Una mujer de casi 80 años porta una cartulina verde que dice “Bienvenido, mi amor”. Él la toma y se la lleva en la camioneta. A la cartulina. Adelante una mujer ciega, joven, se acerca con su libro para que se lo firme. “Me lo están leyendo”. Se llama Raquel. El mandatario le da un beso en la frente y signa. Ella urge: “¿Qué puso… sí lo firmó?” De puño y letra: “Para Raquel, mi amiga de corazón…”. Y el ansiado garabato. Besa muchas más manos y frentes de piel morena, curtida, por la pizca, el arado y el sol. Llegaron más de 5 mil. Quizá 7 mil, cálculo.

El gobernador de Puebla, Sergio Salomón, evita el cumplido político. Rara cosa. Improvisa un discurso incluso cariñoso de agradecimiento y despedida. Claudia Shenbaum dice en el mismo tono “imagínense caminar de su mano”. Y luego una buena: “Con ‘sembrando vida’ se siembra vida y se siembra patria”. Se imprime. AMLO habla de que conoce todos los municipios del país “a raz de tierra”. Y sabiendo a quienes tiene enfrente, en arenga: “¡que coman los que nos dan de comer”!. Una voz surge de entre la gente, y dice mucho: “Señor presidente, no nos deje ir”. 

Claudia cacha. El presidente intensifica sobre el futuro que ya llegó: “No aspiro yo a ser líder moral, a ser caudillo, a ser hombre fuerte, mucho menos a ser cacique; yo ya cumplí, ya cierro mi ciclo y me voy muy feliz”. Himno nacional. A una sola voz. Todos se quitan su sombrero de paja. Ella con la mano sobre el pecho. Cimbra el momento. A la salida, al paso del convoy a vuelta de rueda entre la gente, unos niños tomados de las manos en un terreno junto al camino, giran en círculo jugando a ‘es un honor estar con Obrador’. Lo que antes era ‘a la víbora de la mar’. Los ve por la ventanilla.

A dormir todos, a Tlaxcala. También él. Se levanta temprano. Baja al restaurante del Holiday Inn y desayuna sólo con Claudia en un pequeño salón privado. Luego a la Plaza del Huehue (término náhuatl que significa ‘mi abuelo’), en el municipio de Yauhquemehcan. Otra vez el Huapango de Moncayo, completo, cinco veces seguidas. No se saben otra. Los legatarios han de cobrar más regalías que los herederos de Juanga. Muchos maestros, como invitados especiales. 

En el estrado, además de ella y él, la gobernadora Lorena Cuéllar, organizadora. Y la Secretaria saliente de Educación Pública. Y muchos más. Doce sillas. Discursos y discursos. Pero con matracas y bombos. Profesionales. Ya parece otra cosa. Nada entonces para escribir a casa, dirían los de antes. El mandatario evoca al ‘pan de feria’. Al salir, más souvenirs que los que hay afuera del Auditorio Nacional tras un concierto de Luismi. Un niño le vende a Mario Delgado dos ‘amlitos’. No se le ocurre comprar también una ‘claudita’, que las hay a pasto. Políticamente incorrecto. Le está coqueteando a la quincena; abusado. Acudo al llamado presidencial; abusado. ¿A cómo el pan de nuez?

@diazbarriga1

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