Querido: te acordarás que nunca hemos sido empáticos pero eso no obsta para entablar plática inteligente, desde los años 70 a la fecha. No pude ser activista en grupos que fundaste junto a otros amigos cercanos: el grupo Lamda de Liberación Homosexual o Guerrilla Gay, o tus históricos “Martes del taller”. Yo prefería trabajar con Antonio Cué en SexPol, Juan Jacobo Hernández en el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria, o con Alejandro Reza en Cálamo. Éramos cómplices del cambio de comportamiento en nuestra variopinta diversidad sexual de las siglas LGBTTTQ+.
Sé que estás delicado hace un mes. Me digo que tengo que ir a verte, pero ser periodista me pide —antes— que te escriba para recordar que eres historia del movimiento gay y lésbico. Te dieron alta voluntaria para enfrentar desde tu casa una falla renal y hepática. Los mal entendidos me odiarán por enunciar tu estado clínico pero periodismo es eso: adelantarse a los actos de muerte, deseando que resulte lo contrario y podamos disfrutarte más años.
No es la primera vez que lo digo: odio las notas necrológicas y prefiero homenajearte vivito y coleando que ir a tu velorio. Eres antropólogo físico, maestro de maestros y escritor, dramaturgo e investigador de primera línea que sabe que lo mejor para NO ser olvidado es hablar fuerte contra la ignorancia que corroe y mata, o aquella obra tuya tan necesaria del activismo LGBT+: Y luego por qué las matan. Amante de Armando Lamadrid, tu actor, te espera sin prisa en el paso al purgatorio. No hay urgencia pero si paciencia para despedirnos de quienes queremos o tenemos alianzas políticas en común estando vivos. Como nuestra amistad para hacer de nuestra comunidad diversa un solo empeño: banquetera únete; —Beatriz, amiga— eso te pasa por no salir del clóset; Luis, ojalá ya estés arrepentido de hacer un libro sobre la bisexualidad cuando la mayor parte del tiempo fuiste gay. Y así el rosario de recuerdos y pleitos en nuestras conversaciones sin fin cuando querías sacar del armario a media humanidad, entre ellos a tu odiado Carlos.
No te arrepientas de nada. Actuaste de buena fe y mala leche, pensando en cambios por un bien común: nuestra comunidad.
Al rato iré a verte...