Un 22 de noviembre de 1985 María Sabina descendía a la tierra de Huautla, Oaxaca, donde nació un 17 de marzo de 1894. Unos años después nació Gordon Wasson, el descubridor al mundo de la chamana de la sierra mazateca y los cultos que incluyen a los hongos sagrados. Un libro de Álvaro Estrada, Vida de María Sabina. La sabia de los hongos regresa a distribuirse por cuarta ocasión, publicado originalmente en 1977. Cuatro ediciones de una historia que narra la cosmogonía indígena y el cuidado de ancestros que, como María Sabina, alimentan la sabiduría a través de los “niños santos”.
Sorda, lisiada, en la miseria, olvidada murió María Sabina. Hoy es estatua en su pueblo con la leyenda de la “mujer sabia en medicina, mujer sabia en hierbas”, escrito sobre el mármol: “aquí reposan los restos de una mujer mazateca que con su sabiduría fue admirada por propios y extraños”. La literatura oral es palpable en esta hermosa obra —de Siglo XXI Editores— que resguarda la memoria de “la mujer que mira hacia adentro”. Solo por la transcripción de sus cantos el libro se convierte en indispensable para conocer una tradición milenaria que los indígenas resguardaban en su cosmogonía única sobre los orígenes del mundo. Sin estas historias ancestrales México no sería México y el mundo no voltearía a vernos.
El movimiento hippie, científicos y escritores conocen la importancia de María Sabina, que a pesar del paso del tiempo es una presencia que se impone a quien estudia etnomicología y antropología social. María no sabía leer ni escribir. No hablaba español. Con su lengua mazateca profería los cantos: “regresa espíritu perdido”, “no hará daño quien nos maldice”, “porque soy el que da el alivio: soy quien da el amanecer”. En temporada de lluvias emergen los “santitos” de la tierra. La fama de María Sabina convirtió a Huautla en espacio de trances chamánicos y rebatinga de vulgares que poco saben de sabiduría popular. Acaso hoy, con la experiencia del tiempo, este texto sea un recordatorio de lo que somos. Álvaro Estrada murió en 2008. Queda su obra Vida de María Sabina. La sabia de los hongos —título gracias a Octavio Paz. Casi medio siglo de un libro, no es poca cosa.
“Dios está en uno”.