Imposible escribir sobre un libro de Elsa Cross sin remar por el pasado de su obra que hace una ola inabarcable, piezas de síntesis a aquello que olvidamos del ayer que ella hace presente. No se asoma el corazón pero sí la comprensión de una experiencia espiritual que en Baniano nos embelesa la poeta, que medita para sí y con ella las plegarias al mundo para encontrar un eje donde el universo es plenitud.
En la poesía de Elsa Cross me he cruzado con sus razonamientos poéticos después de conocer su experiencia con el yoga y la meditación. Dotada por lo que se denomina en sánscrito shaktipat, el toque de energía para despertar espíritus dormidos, ella nos despierta. Dedica parte de su creatividad a encontrar el yo profundo en la sabiduría hindú. Puerta del Este. Ensayos sobre mito, arte y pensamiento de la India, El lejano Oriente en la poesía mexicana y Baniano, entre otros libros en los que “el aliento se olvida de sí mismo, /el pensamiento que sigue al pensamiento/ se detiene/ se desnuda de forma”. Luz radiante o negra pero luz de comprensión para las almas del mundo.
Escribo lo anterior para decir que Isla Negra es un pretexto para celebrar la poesía sabia y profunda de Elsa Cross, que ha pasado silenciosamente por décadas sin los alaridos de la egolatría o la cultura del espectáculo, con la humildad de unos pies descalzos, serenos, pisando fuerte en el arte donde se descubre a seres iluminados por el don de las letras.
En Isla Negra —Premio Mazatlán de Literatura 2024— no es gratuita la aparición de María Sabina, el río Aqueronte del inframundo, sus viajes a Grecia para hurgar en su pasado, su homenaje a Cavafis, o la isla inventada de Pablo Neruda. No da lecciones, ofrece pistas de los sabios ancestros en lugares donde las huellas de la fe son notorias, son mortuorias, son adivinanzas, son palabras que acechan a una mente quieta; son la linterna interior de Cross que ha regresado para contarnos su experiencia. Incluso aquel silencio de luz invisible que trae a su hija Ceci en siete poemas que laceran, por el deseo de su presencia…
Un poema de su autoría dice más:
Voz
contenida en el aire
palabra
suspendida en la voz
—¿y la palabra de dónde?—
ya entonces lo habían olvidado.