Siempre nombró pinos a los árboles plantados en las playas de Tuxpan, ignorante del tipo de especie que son. Un niño que disfrutaba el mar tornasolado, sin gente y con conchas y caracoles para su colección. Aprendió hacer barcos con regalos que arroja el piélago a la arena. Iba los sábados con don Chucho para inventar fantasías del éxodo a las profundidades del agua, como en Veinte mil leguas de viaje submarino. Pero la novela de Verne no cita las uvas de playa: un regalo al paladar.
Sus excursiones a la arena eran de vez en cuando. Los tuxpeños de entonces no dejaban el puerto con facilidad porque tenían al río Pantepec para que los niños aprendieran a nadar… y pescar. El poeta José Luis Rivas lo describe en Un navío un amor: “Recuerdo un puerto/de murallón derruido/un mohiento baluarte/levantado en la bahía/(donde los aborígenes/no se asentaron nunca/ por juzgarla invivible)/Una pequeña isla/espabilada frente/ a un malecón que corroe el salitre/ (en el que incide un río de entumidos manglares que escalan movedizos cangrejos moros)”. El padre del niño iba a pescar para alimentar a la familia…
Son “casuarinas, no pinos”, le dijo González Astorga al niño en plena adultez. Y el niño adulto recibió un bofetón de parte del biólogo. El niño que presumía su playa como si fuera el Mediterráneo. Se derrumbó su infancia en un instante. “Las casuarinas son especies de árboles o arbustos que se parecen a los pinos, pero no lo son. Hay más de 15 especies diferentes”, insistió el estudioso. Ni cómo cuestionarle. Dice José Luis Rivas en Raz de marea: “Los azotes, la nube de langostas, la saña de la peste/se mezclan con tu voz, y los niños,/rendidos a su encanto, caminan sobre sus pisadas/y forjan así la cauda luminosa/que hace toda su gloria”. Ese niño inocente calló ante la apabullante evidencia científica.
El niño mayor regresa de vez en cuando a su mar de falsos pinos. Quisiera negar que se llaman casuarinas, esas que enterraron los trabajadores del ayuntamiento hace al menos cien años, para impedir que el viento se lleve la arena de su playa (como los trenes que pasaban cerca de casa y llevaban a gente que migraba a otros lugares, rememora).
Arborescencia de aquel niño que ya se fue…