Este diciembre se cumple un año de la llegada al poder de Javier Milei en Argentina. ¿Por qué seguirle la pista al gobierno autodenominado libertario? Sencillamente porque es la punta de lanza de la ultraderecha en Latinoamérica, ahora fortalecida con la asunción de Donald Trump en el poder. Lo que pase o deje de pasar en Argentina, tendrá repercusiones en el resto del continente y sería un error gravísimo si México desdeña el ensayo de la ultraderecha en la región.
Hay que recordar el desastre económico que hereda Milei: Hiperinflación, endeudamiento desproporcionado, control de cambio desorbitado y un profundo malestar social que lo llevó de los sets de televisión a la silla presidencial. Llega sin partido ni aparato, Milei se entroniza como actor político inspirado por lo que él mismo ha llamado: “las fuerzas del cielo”.
¿Cuál es el balance en este primer año de gobierno? La respuesta inmediata es de claroscuros. Ha impulsado un programa de drásticos recortes del gasto público, cerró 13 ministerios, despidió a 30 mil empleados públicos y redujo hasta 74% el dinero destinado a pensiones, educación, salud, ciencia, cultura y desarrollo social.
Logró un precario equilibrio presupuestal que ha sido aclamado por los inversionistas. Los mercados celebran el control de la hiperinflación, resultado del “mayor ajuste de la historia de la humanidad” según el propio megalómano presidente argentino.
La contraparte, más de cinco millones de nuevos pobres, jubilados en situación comprometida y una recesión económica que, sin embargo, pese a los contrastes, la mitad de los argentinos mantiene su esperanza en que este nuevo mesías, con todas sus locuras, cumpla en poner orden en la economía del país. Es decir, a un año de gestión, la popularidad del presidente se mantiene.
Milei sigue prometiendo que es solo cuestión de tiempo para que Argentina se convierta en una potencia mundial. Las fuerzas del cielo lo guían en su lucha contra la casta y el socialismo. Él se define como el “líder más popular del planeta”. Con una agenda negacionista al cambio climático y a la igualdad de género, desdeña la memoria histórica de las atrocidades de la dictadura militar, y peor aún, desprecia la justicia social.
Milei, obsesionado por combatir a “los zurdos de mierda”, opera una guerra cultural que aceita con ofensas que enardecen a sus simpatizantes y aturden a una oposición debilitada.
A un año, Milei mantiene su gestión con luces y sombras.