Es inadmisible la indecencia parlamentaria con la que Alejandro Moreno, presidente del PRI, subió al estrado a agredir al presidente de la mesa directiva, Gerardo Fernández Noroña. Inaceptable que los niveles de violencia verbales y físicos hayan subido de tono, al grado de traicionar el principal objetivo del poder legislativo que es crear, modificar y derogar las leyes para bien de la sociedad, a través de un diálogo parlamentario de altura. La ciudadanía se siente defraudada por aquellos actores que encarnan, sin freno, posturas antagónicas y desequilibradas.
Los mexicanos nos sentimos profundamente decepcionados por las tórridas dinámicas a las que han caído los diputados y principalmente los senadores. El diálogo parlamentario es un debate de altura, no una trifulca callejera. Es penosísimo observar el comportamiento pendenciero de Lily Tellez, quien no aporta nada, solo deconstruye e insulta. Hay que recuperar altura en discusiones, bien argumentadas y fundamentadas, sobre asuntos legislativos que reditúen en una mayor calidad de vida de la ciudadanía.
La palabra "parlamento" proviene del latín "parlare", es decir, hablar. Hablar significa que dos o más personas están teniendo un diálogo. De manera parlamentaria es buscar un entendimiento colectivo para la toma de decisiones y la creación de leyes. Su objetivo es facilitar el progreso al propiciar que los representantes expresen sus puntos de vista, analicen los proyectos de ley y contribuyan a la elaboración de normas que respondan a las necesidades de la sociedad.
Alejandro Moreno, Alito, desde muy joven mezcla la política con la violencia. Un coctel pernicioso que amasija la intimidación, trafica lealtades, compra medios y periodistas, opera amenazas y corrompe voluntades. No es posible que después del zafarrancho que encabezó Alito, declare en conferencia de prensa: “Que venga aquí para que le pegue dos chingadazos”. En definitiva, Moreno es depositario de lo peor del viejo PRI.
Fernández Noroña no es una perita en dulce, tiene un estilo bronco que exaspera a una oposición chata, sin ideas ni propuestas relevantes. Con este lance violento, la llamada casta política muestra raquitismo para alcanzar una democracia que cumpla la tarea central de representación de la ciudadanía. Legislar para crear leyes justas, ser contrapeso del poder Ejecutivo. Que estimule la transparencia y apruebe un presupuesto público equilibrado.
Estamos muy lejos de una verdadera vida parlamentaria acorde a los grandes retos que tiene nuestro país. La agresión de Alito es una tragedia porque prima el odio, el encono, el antagonismo y la venganza. Una vergüenza.
