Política

La guerra sucia asecha las elecciones mexiquenses

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  • Bernardo Barranco

La guerra sucia envilece la política. Los supuestos cables del embajador de Estados Unidos, Ken Salazar, dados a conocer por Héctor de Mauleón, sobre vínculos de Morena con el narco y financiamiento millonario a su campaña electoral en el Estado de México, encendieron todas las alarmas. No era para menos. El propio embajador Salazar, desestimó el origen de los cables. Sin embargo, la semilla está sembrada. El tema va más allá de una fake news.

De igual manera, los reportajes del periódico Reforma sobre negocios sucios y timados contra Enrique Vargas empaña las aspiraciones políticas del panista. A pesar que trató de desmentirlas, el golpe mediático fue contundente.

El aroma de guerra sucia en la campaña electoral del 2023, está ya presente e impregna el ambiente político. No es difícil saber de dónde viene.

Las campañas sucias no son nuevas en la vida política de México. Reflejan un clima electoral tóxico. Y auguran un proceso preñado del espectáculo del escándalo denigrante que en el fondo hiere la defectuosa democracia del país.

Éticamente es un recurso indigno, pero políticamente eficaz. Hay que preguntar a Alejandro Moreno el daño que le causó la campaña negra que emprendió Layda Sansores ¿Se lo merecía este personaje ignominioso? Sin duda, pero no así. Porque es desnaturalizar la vida política y la competencia electoral.

Los partidos gastan fortunas y contratan expertos extranjeros para fraguar conjuras. A falta de propuestas y proyectos atractivos recurren a campañas de lodo. No solo lo hacen con recursos públicos sino generan el convencimiento entre los ciudadanos de que la política es inmunda por naturaleza.

El ganar a costa de todo y no importa cómo, hace asqueroso el oficio político. Y justifica la emergencia de los outsider o actores antisistema. En México fue relativamente fácil adoptar la democracia electoral, pero instalarla, ha sido un proceso doloroso, que deriva de la ausencia de principios y ética de los principales actores políticos: falta altura.

En el pasado, asechar a un contrincante político se daba en la plaza pública. Después en los grandes medios tradicionales como TV y diarios de circulación nacional. Hoy en día, estamos ante la emergencia de las redes sociales y construcción de realidades virtuales. La protección del anonimato con falsos perfiles o bots propician comentarios amenazantes o peor aún la construcción de relatos de posverdad.

Esperemos que el discurso de odio no se apodere del proceso electoral en tenemos en puerta.. 

Bernardo Barranco*

*Especialista en asuntos religiosos y electorales

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