El voto religioso es aquel en que los electores sufragan por los principios ético religiosos que detentan los candidatos, los partidos y sus plataformas. Se presenta en diversos países con diferentes formas.
En Brasil, ante el incremento de los grupos evangélicos pentecostales, los partidos negocian con las pastores de las Iglesias. Los líderes religiosos determinan en sus feligresías por quien votar. Éstas responden con disciplina.
Así la candidata Dilma Rousseff, del PT, negoció y ganó en 2010 y 2014. Estos mismos clérigos evangélicos remercadearon con Jair Bolsonaro, anti PT, quien ganó los comicios de octubre de 2018.
En el caso de Estados Unidos el voto religioso es ultraconservador, utiliza lo religioso para afirmar el carácter supremacista, antiaborto, que afirma a ultranza la familia tradicional y que ven en los migrantes una fuente de contaminación racial y cultural.
En España y en varios países de América Latina opera este voto creyente y en todos los casos es conservador. Lamentablemente, el voto religioso es la semilla de las ultraderechas.
¿Por qué traemos el caso a México? En los últimos meses, la Iglesia católica ha estado muy activa en materia de política electoral. Se podría suponer que el clero podría incidir en el ánimo electoral como lo hizo en la campaña de Salinas de Gortari en 1988 y en 2000 con Fox. Desde el 2022, los obispos han endurecido sus posturas contra el gobierno de la 4T y en especial cuestionan el discurso del presidente. Han publicado duros mensajes políticos cuestionando posturas de López Obrador en materia de seguridad, violencia, migración, Estado de derecho y la militarización.
Han defendido al INE, a la Suprema corte, órganos autónomos y sobre todo el contenido de la democracia formulada por la 4T. La Iglesia presentó una propuesta sobre la paz, mismo que fue firmado por todos los candidatos presidenciales. Claudia Sheinbaum firmó críticamente el acuerdo, ya que no coincidía con el diagnóstico.
No debemos pasar por alto las reuniones del Papa Francisco con las candidatas en Roma. Pese al activismo del clero, los estudios estadísticos muestran que los votos de los mexicanos no están inducidos, hasta ahora, por motivos o principios religiosos. Hay una dispersión territorial. ¿La explicación? Simple: la educación pública secular y la histórica laicidad en México. Compleja sí, la reconfesionalización de la clase política que disfraza religiosamente sus discursos para, con hipocresía, congraciarse con los electores.