En la historia de la Iglesia Católica, “cisma” tiene una significación aterradora. Esta noción ha sido utilizada por el cardenal alemán Gerhard Müller, de 77 años, al afirmar que la Iglesia Católica se polarizó con Francisco. Si la Iglesia se decide en este Cónclave por la continuidad y elige a un pontífice reformador, se abre la posibilidad de un cisma, sobre todo si el próximo Papa no mantiene la doctrina tradicional. Así lo ha expresado en diversas entrevistas a medios importantes como La Repubblica que es el más relevante diario italiano editado en Roma. Müller ha advertido que la Iglesia podría enfrentar una división si el nuevo Pontífice adopta una línea liberal que contradiga las enseñanzas de la Iglesia.
Un cisma en la Iglesia Católica evoca fracturas dolorosas en la comunión eclesial, es decir, la separación de una comunidad religiosa de la Iglesia Católica Romana. Este rompimiento se produce por diferencias doctrinales o discrepancias sobre la autoridad o poder. El Cisma de Oriente, en 1054, fraccionó a la Iglesia cristiana en la Iglesia católica romana y la Iglesia ortodoxa oriental.
Otro ejemplo lo tenemos en la Reforma Protestante, siglo XVI, liderada por Martín Lutero, quien cuestiona la autoridad del Papa y su doctrina teológica. En pleno siglo XX fuimos testigos del levantamiento lefebvriano que cuestionó el Concilio Vaticano II y derivó en una separación de la comunión con Roma.
El cardenal Gerhard Müller pretende chantajear al colegio cardenalicio. Müller, discípulo ideológico del Papa Benedicto XVI, es un miembro prominente del sector conservador de la Iglesia. El cardenal Müller fue prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ex Santo Oficio, un puesto relevante en la Curia Romana, removido por el Papa argentino, y a partir de entonces ha sido un crítico abierto y duro del finado Francisco.
Dichas declaraciones son riesgosas. Pretenden incidir para que el próximo Papa sea un moderado que concilie y articule concesos de una Iglesia supuestamente polarizada. Dicha amenaza podría afectar gravemente al Cónclave y la Iglesia y muchos sugieren que sea amonestado. Sin duda Müller es condescendiente con el giro a la derecha en Europa y Estados Unidos, refleja el ala conservadora, contraria a muchas de las reformas impulsadas por el pontífice argentino, y previene con temor la continuidad progresista de Francisco.
Claramente este será un Cónclave distinto, con visibles fisuras.