En una esquina de la cocina se puede ver el recuento de los daños: ollas de metal apiladas unas sobre otras, bolsas de plástico que en su interior resguardan hojas de tamal, seguidas de un par de metates de aspecto desgastado y despostillados, mientras que, sobre la mesa más cercana, unas cuantas ollas de barro, en su interior aún se puede observar los molinillos un restos de un líquido espeso, en cada recipiente un color diferente.
Pareciera el resultado de un festín pagano, la entrega a la gula y los placeres gustativos; sin embargo, estamos frente a unas de las celebraciones que engloba dos mundos, el occidental cristiano y el mesoamericano mexica.
En pleno siglo XXI, el desarrollo en la industrialización de los alimentos, los avances agropecuarios y las modernas cadenas de suministros, dejan atrás las épocas de sequías, inundaciones o plagas continuas que culminaban en hambrunas; hoy en día tenemos la posibilidad de abrir una lata y obtener un alimento elaborado varios años atrás, es más, desde hace unos cuatro o cinco años, el tradicional tamal está a nuestro alcance a cualquier hora del día, con tan solo sacarle de su empaque plástico, en teoría, estaríamos disfrutando de su inigualable sabor, o al menos eso nos dice la mercadotecnia.
Pero, volviendo a lo nuestro, el tamal, masa de maíz cocida al vapor, era un referente de la alimentación mesoamericana, previa a la llegada de los españoles; siendo, también, una preparación ritual, ya que era ofrecida como un tributo a los dioses.
En el caso del atole, como bebida popular, podía presentarse tanto dulce como saldo, e incluso picante.
El principal aporte de esta bebida eran sus propiedades hidratantes y energizantes; sin embargo, para el paladar europeo no fue de su agrado, por lo que los dos últimos, salado y picante, quedaron rezagados a sus lugares de origen o con vasta presencia indígena.
La correlación entre la religiosidad de esta fecha y la tradicional en el consumo de tamales ha sido explicada en este y en otros espacios, tomando como eje el inicio del ciclo agrícola y la presentación en el templo de Jerusalén, del niño Jesús, logrando un mismo significado, un nuevo ciclo de vida y una nueva era.
Aterrizándolo en el momento actual, donde la comida ha tomado un significado múltiple en gran medida derivado de las redes sociales y su inmediatez, el crecimiento en el consumo de productos como los tamales, el atole, los tacos, las tortas, etcétera, podría significar el rescate o resurgimiento de dichas tradiciones por parte de los jóvenes, sin embargo, el trasfondo de su origen y sus significados puede que sea el que esté en riesgo, por la falta de relación entre el fenómeno de comer y la razón concreta del porqué lo hacemos.