El reto más importante que tengo es llegar a un público más amplio, tenemos que comunicar mejor para que nuestras recomendaciones no sean solo para gobiernos o empresas”, dice Manuel Molano, que desde hace unas semanas tomó la dirección general del Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco).
Molano conoce al derecho y al revés a ésta asociación, en la que lleva 13 años trabajando. “En este nuevo capítulo quiero que haya más datos, más evidencia, no solo para negocios sino para las decisiones públicas en general”, agrega Molano, “porque la política pública en México se hace más desde el corazón o desde la entraña y tradicionalmente nosotros le hemos puesto números e inteligencia a las opciones de política pública”.
Los datos importan, porque más allá de los planes específicos de cada proyecto, cada decisión de apoyo que se imponga en una agenda pública dispara inversiones del sector privado a su alrededor. Uno de los informes más lapidarios de este último trimestre del Imco fue entorno a la refinería de Dos Bocas, una obra donde determinaron que la inversión anunciada solo tiene 2 por ciento de probabilidad de éxito. Estas decisiones impactan en la generación de riqueza, sin duda.
Ayer, Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, anunció que en su último análisis bajaron el crecimiento del PIB de este año para nuestro país de 2 por ciento a 1.6 por ciento. La última encuesta de Banxico también contrajo el crecimiento de 1.56 a 1.52 por ciento. En este sentido, el Imco ha sido uno de los think tank que más ha publicado datos e informes que vincula directamente el crecimiento de la economía con la productividad.
“La productividad no lo es todo, dicen varios economistas, entre ellos Robert Mundell, pero al final es casi todo. Subir la productividad implica que las cosas funcionen mejor y no quiere decir que seamos menos productivos: un trabajador agrícola cruza la frontera y automáticamente le va mejor, claro está en un entorno donde todo funciona”, afirma Molano. Y pone un elefante en la sala: “la informalidad va en contra de la productividad, porque es muy caro emplear a alguien formalmente: la inversión del sector formal más chiquita, en servicios, ronda a los 50 mil pesos por empleado y la más alta en manufactura de alto valor agregado puede ser de hasta 1 mdp. Con esto los mexicanos hemos descubierto que la familia es un vehículo para producir mucho más fácil que una empresa y donde no hay reglas. Esto se refleja en salarios bajos y bajo crecimiento”, dice director del Imco.
Ayer entró en vigor la reforma laboral y justo sobre productividad dice poco o nada. Porque no aborda a fondo dos de los ingredientes más importantes: una mayor inversión en educación, y más incentivos reales para que las empresas contraten trabajadores con todos los beneficios de la ley.
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