“Uno de los factores que estamos viendo es un entorno comercial estadounidense más positivo que prevemos bajo el presidente electo Trump y las políticas a favor del crecimiento que ha estado delineando”, dijo con una sonrisa Mark Fields, el por entonces CEO de Ford Motor Co. el 3 de enero en su planta de Flat Rock, Michigan, anunciando una inversión de 700 millones de dólares (mdd) y 700 empleos. “Thank you to Ford”, respondió Trump en su cuenta de Twitter.
De aquel lado de la frontera el anuncio fue recibido con aplausos y como “un voto de confianza al país”, agregó Fields. De este lado, fue fatal: apostar al “America First” significaba abandonar la planta que levantaban en San Luis Potosí, un proyecto de 1,600 mdd y 28,00 empleos.
Recuerdo que en esas semanas, Gabriel López —presidente y director general de Ford México— me comentaba que le había tocado pasar por dos grandes momentos difíciles en su carrera: hace 16 años en Argentina durante su peor crisis financiera y en ese momento con la cancelación de la planta mexicana.
El Ford moment pegó a la cotización del peso, generó una tormenta de repudios en redes sociales y conatos de boicot de gobiernos y empresas. Ni siquiera el anuncio de invertir 500 mdd en su planta de Hermosillo logró apaciguar el golpe y proteger la marca.
Pero, casi doce meses después —el 6 dediciembre— la armadora sorprendió al anunciar que ahora trasladaba la producción de su SUV eléctrica de aquella planta en Flat Rock a la de Cuautitlán. La producción saldrá a la luz en 2020 y para no generar problemas con Trump anunció más inversión y empleos en Michigan para concentrarse y producir allí sus futuros vehículos autónomos.
A exportar que aquí (aún) no ha pasado nada
El año pasado la industria automotriz batió todos los records de producción, con 3.4millones de vehículos. La cifra nos mantiene como el séptimo mayor fabricante del mundo. Y este año será otro hito; solo en octubre pasado se fabricaron 365,111vehículos ligeros en el país, 11.1% más que el mismo mes de 2016, la producción más alta de la historia. De continuar la tendencia, 2017 cerrará con 3.7 millones de unidades (8% extra).
Todos estos números se dan en medio de un ambiente de incertidumbre como es la renegociación del TLCAN. Este sector ha sido nodal en todas las rondas, tanto por cuestiones de disparidad salarial entre los socios, como en el porcentaje de contenido local que deben tener las unidades. Hoy este valor es de 62%, ya la Secretaría de Economía de México calificó de inviable la propuesta de Estados Unidos de elevarlo a 85%.
Pero aún y con tensión, EU se mantiene como el principal destino de nuestras exportaciones automotrices…y al alza. Solo en octubre su demanda creció 12.7%.
Las ventas totales a nuestros vecinos representan 76.4% de la producción. Para Ford México el peso de su patria lontana es mayor, ya que exporta más de 95% de su producción de vehículos y más de 80% de componentes y de este volumen, 90% se queda de otro lado de la frontera.
La cancelación del tratado podría cobrar en el sector automotriz a su primera víctima.
El reporte The Day After NAFTA del Banco de Montreal afirma que significará un duro golpe para los tres países pero el mayor perdedor será el consumidor. Forzar a las terminales a producir más componentes y unidades en sus países de origen redundará, sí, en más empleos pero también en vehículos más caros. Y la solución —además ser una tendencia al alza— será la automatización que redunda en menos empleos.
Con este panorama, Ford ha jugado al ajedrez con EU, México y China: al primero le aumenta inversión y empleos para su línea autónoma, a nosotros nos devuelve un negocio e inversión y a China le derivó la fabricación del Ford Focus que iban a producir en aquella planta quea bandonaron en San Luis Potosí.