El lunes comenzaron las clases. Pero no para todos.
La mitad de los mexicanos de entre 3 y 22 años con alguna discapacidad (más de 500 mil) no tuvieron acceso a la educación. Estas personas arrancan su vida desde el sótano: tienen el triple desafío de vivir con una discapacidad, de tener más chances que el resto de ser analfabetos (31,7%) y de haber nacido en un país donde su condición no es importante para ningún gobierno.
Según el Coneval, en 2018 las bajas tasas de asistencia en la educación obligatoria (75%), los altos niveles de rezago educativo (51%) y el analfabetismo (23%) reflejan que la educación está lejos de ser accesible para estos alumnos. ¿Qué falta? Todo: poca disponibilidad de escuelas e instalaciones adecuadas, materiales y contenidos adaptados y maestros capacitados.
Podemos leer los informes desde hace décadas y todos dicen lo mismo. En el camino hubo (y hay) reformas educativas que ‘patean’ el problema al futuro y prometen que en una década “la educación sí será inclusiva”, es decir, pareja para todos. Así lo afirma María Teresa Meléndez, directora general de Desarrollo Curricular de la SEP en una entrevista al portal de noticias YoTambien.mx. La misma fecha dio en 2017 Rodolfo Tuirán, por entonces subsecretario de la SEP y responsable del Programa de Inclusión.
Aún así, entre los ciclos 2016/17 y 2017/18 bajó la cantidad de niños con discapacidad que cursaron educación básica (de 156,510 a 145,224).
La semana pasada me topé con un estudio de Accenture y la American Association of People with Disabilities. Analizaron 140 empresas que tienen espacios accesibles y empleados con discapacidad. Descubrieron que lograron 28% más de ventas, ganancias 30% mayores y el doble del ingresos netos de sus pares de la industria.
¿Qué empresa no quiere esto?
Y volvemos al dilema del huevo o la gallina: ¿cómo podemos tener empleados con discapacidad si no hemos logrado que terminen la escuela? “La falta de escolaridad afecta mucho a la hora de conseguir un empleo porque se fortalece el imaginario colectivo de que solo pueden hacer ciertos trabajos, llevando a las empresas a solo contratar en vacantes muy básicas”, dice Fernando Estrada,director ejecutivo de la Alianza Éntrale, un proyecto para inclusión laboral del que participan más de 475 compañías.
@ba_anderson