Cultura

Los gatos en el arte

Perseguidos y seductores, sobrevivientes y salvajes, no traicionan su naturaleza y por eso son nuestros grandes maestros. Los gatos están poco representados en el arte, por una simple razón: no les gusta posar.

Derrochan estilo y son malos modelos, para ellos el tiempo no pasa, y esperar no está en su agenda. Los gatos tienen la cortesía de tolerarnos, de convivir con nosotros, y observar nuestra torpeza y falta de agilidad, y con un arrogante impulso, saltan sobre una mesa, elásticos, silenciosos y nos demuestran su superioridad. Su paso ingrávido nos dice cómo debemos caminar si pretendemos trascender de nuestro peso a la gracia de los semidioses. Los gatos, han resistido a nuestra ignorancia, por siglos han sido perseguidos y maltratados, víctimas de supersticiones absurdas y con la dignidad de los héroes ganan la batalla. Elegantes, vestidos de hermosas pieles, no existen dos iguales. Su personalidad está definida por su diseño, rayas, bicolores, manchas, carey, y varios colores. En su carácter está el estilo.

En el arte son la gran incógnita, porque a diferencia de un ser humano que para sobrevivir en la civilización nos hemos auto domesticado, ellos no, mantiene su libertad, su instinto cazador y su pereza. Es muy difícil que posen, se detengan, miren a la cámara o al artista, al contrario, cuando les pedimos un instante, con autoridad se alejan: “no somos iguales” y no lo somos.

Soy felina, admiro y contemplo su naturaleza excepcional, su amenaza de independencia y su vicio por las caricias, oler el aire, ser caprichosos con la comida, y adivinar mi pasamiento. Los gatos inmortales en el arte:

Fujita: sus gatos a tinta son poemas, delicados y suaves.

Balthus: él mismo decía que era un gato y Setsuko Ideta, su hermosa esposa japonesa, también era felina, Sus pinturas sensuales evocan la suavidad de la juventud y la eterna ligereza del gato. La censurada Therese soñando, de 1938, con la pereza de un gato que recibe un rayo de sol, a sus pies un gatito toma leche de un plato. A los trece años, Balthus perdió su amado gato persa, con la tristeza hizo una serie de dibujos de su vida con el gato, Mitsou: Histoire d’un chat . El poeta Rilke era amante de su madre, y cuando vio los dibujos, se inspiró para escribir un cuento. Así que Mitsou y su vida salvaje en la calle se convirtió en una obra de arte.

Goya: el retrato del niño Manuel Osorio Manrique de Zúñiga, esos gatos que cuidan al niño, que ven lo que él no puede ver, adivinado su futuro, con los ojos hipnóticos. El niño en su ignorancia juega con una urraca muerta y otro pájaro enjaulado.

Le Chat Noir de Théophile Steinlen, fue realizado para el que se considera el primer cabaret, una mezcla de café, bar y actuaciones en vivo, en el barrio parisiense de Montmartre, en el siglo XIX. La presencia eléctrica del gato, alargado como la estética del Art Nouveau y el aura que coronó las obras de Mucha.

La semana entrante seguimos con el paso con los gatos.


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Avelina Lésper
  • Avelina Lésper
  • Es crítica de arte. Su canal de YouTube es Avelina Lésper
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