Depresión, desorden bipolar, alcoholismo y síndrome de abstinencia cuando dejaba de beber en forma abrupta. El diagnóstico contradice la ya sabida historia de la esquizofrenia, ahora, según el estudio realizado por el International Journal of Bipolar Disorders, con el análisis de las cartas que Vincent Van Gogh envió a su hermano Theo, y los antecedentes familiares en los que rastrearon síntomas similares.
Somos humanos, sufrimos, tenemos un cuerpo, una mente, un interior que se vuelve en contra de nosotros o somos nosotros los que nos agredimos hasta enloquecernos. Es conmovedor ver cómo el sufrimiento de Vincent se convirtió en arte, cómo sus estados de paz, de reconciliación consigo mismo, están en el espacio abstracto, irreal de sus lienzos. Pensar que ese cielo estrellado, esos campos amarillos, las flores que nos miran, nos dan la cara, esas imágenes estaban creadas por un espíritu convulso, que no cabía dentro del cuerpo y tuvo que escapar, salir abruptamente y no regresar.
La silla en su habitación, es un autorretrato, es él en su soledad, la enorme humildad con la que vivía, sus escasísimas propiedades, en ese pequeño espacio cabía su pintura, cabía el arte. Hay un estudio, hay siquiatras, y qué. Lo que dejó es arte. El diagnóstico, ya sea depresión o esquizofrenia, no cambia lo más esencial: su obra. No existen seres felices, no existe un mundo ideal, la vida no es un anuncio con los rostros exultantes de las compañías de seguros. No. La vida es una inesperada prueba para la que nos preparamos como podemos, es un camino que aprendemos a andar mientras avanzamos, no hay certezas, hay preguntas, que solos respondemos. Lo único cierto es que un ser con el corazón estallando pintó con devoción y furia, se agotó mirando su mundo.
La obra de Vincent es de una austeridad monacal, su mundo reflejado en esas pinturas, lo que poseía era la forma de ver su propia cotidianeidad, y nos dice que la belleza está en lo que nos rodea, que no tenemos que buscarla, está ahí, sólo hay que mirarla, y recrearla.
La investigación detectivesca que arrojó ese diagnóstico, demuestra la capacidad sanadora del arte, cómo Vincent alcanzaba estados que lo sacaban de ese tormento y podía crear. El arte fue su estado de paz, de armonía, de reconciliación consigo mismo, y no es especulación, lo dicen sus obras, lo dice su obsesión con la belleza.
El estudio afirma que Vincent siguió pintando aún en los momentos más difíciles de su vida, que sólo en los altos grados psicóticos se detuvo, y después retomaba la pintura. La cura estaba ahí, retomaba su sanación, recuperaba su razón de existir. Es verdad que sufrió por su obra, pero la realidad es que esa obra, esas pinturas eran su motivo para seguir adelante, que el arte, la creación, la belleza eran el motivo que lo anclaba a la existencia, a la vida.
Los seres humanos, dentro de nuestra debilidad, hemos inventado, creado motivos para ser fuertes, y es el arte, un motivo para seguir, para lograr que esta realidad se trasforme un instante.