El cuerpo, ese campo de batalla. Las religiones se lo adueñan, lo castigan, le acusan de ser culpable de crímenes por sus deseos, por eso hay que abandonarlo, olvidar que ese refugio nos da sentido y existencia. En este año hemos visto cómo es objeto de observación, temor, incomprensión y pérdida, convirtiéndose, con desfortuna, en campo de batalla de la ciencia y la ideología. Las mujeres estamos acostumbradas a que las ideologías decidan sobre nuestro ser, y en contra de eso hemos peleado con furia, sin conseguir aún la victoria. La anomalía, es que con la pandemia, esa batalla involucró al cuerpo de toda la sociedad, y fue arrebatada a la ciencia por las ideologías, que supeditan las evidencias a sus prejuicios e intereses. El cuerpo cede, se pierde en las falsas aclamaciones, y muere. Reconocemos que habitar en él no es suficiente para entenderlo, para saber qué es y cómo funciona, por eso padece las dudas y la ignorancia como su verdadera enfermedad, la más letal y la única que la humanidad jamás erradicará. El cuerpo del arte, de la ciencia, de las religiones, de las leyes, es el mismo, vulnerable, indefenso, insuficiente para esa explotación. El año se termina y el cuerpo sigue ahí, reflejando ese trascurrir, por eso el cuerpo del arte es tan generoso, se detiene en una imagen eterna, que consagra el significado de la vida y la creación. Malgastado, torturado, deformado, sobrevive a su condición, con una relación que enajena a la inteligencia de su máquina de vida. Nietzsche llora al ver que maltratan un caballo, llora, no puede expulsar de su mente esa escena, no puede seguir viviendo con ella, es su cuerpo, es su vida. Nuestro cuerpo, caballo leal, sumiso, que soporta mentes trastornadas, ese caballo, de esa pesadilla. Pienso en Nietzsche y en esa visión, y lloro, me hiere, y la vida va sin mirar lo que deja detrás. Es el miedo, es la compasión, nunca habíamos mirado tantos cuerpos, no es estadística, no es ocultamiento, es realidad, y no soporta esa violencia. No sabemos para qué o por qué estamos aquí, lo que más ahonda nuestra ignorancia, es que no sabemos, y no lo sabremos por qué es este cuerpo. Respira miedo, respira soledad, exhala y se va, quédate, el tiempo no escucha, quédate sólo otra inhalación.
El Campo de Batalla
- Casta Diva
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Avelina Lésper
Ciudad de México /