La palabra "gringo" tiene una etimología particular, que hoy vuelve a tomar relevancia. Se dice que durante la intervención estadounidense en México, los soldados norteamericanos vestían uniformes verdes, lo que provocaba el grito de “green go home” (“verde, vete a casa”), derivando con el tiempo en la palabra “grin-go”. Más allá de la certeza de esta historia, lo innegable es que el término refleja una relación histórica compleja, cargada de resentimiento frente a la presencia extranjera percibida como invasiva.
Este trasfondo histórico resurgió con fuerza cuando una marcha que el pasado 4 de julio inició de manera relativamente pacífica en contra de la gentrificación en Ciudad de México, terminó en un desastre absoluto, cuando sucedieron dos cosas: Primero, la infiltración de grupos violentos que no fueron a reclamar nada, sino expresamente a destrozar todo. En segundo lugar, la infiltración de otro grupo, empeñado en lanzar un agresivo ataque en contra de los extranjeros y los turistas, acusándolos en principio de ser los generadores de la gentrificación tenochca.
Al final, lo que se vivió ese día fue una tragedia para la imagen de nuestra ciudad capital, para la imagen del país en el mundo, para la legitimidad de los manifestantes pacíficos y para la integridad de decenas de comercios que, sin deberla ni temerla, resultaron gravemente dañados.
La gentrificación es un fenómeno real, que ciertamente preocupa no sólo en nuestro país, sino en muchas partes del mundo. Los motivos son diversos y no sólo atribuibles a los extranjeros que, con mayor poder adquisitivo, llegan a radicar a un país. El tema se relaciona también con la oferta de vivienda en las regiones que se gentrifican, la falta de políticas urbanas integrales, la especulación inmobiliaria, la reconversión de barrios populares en zonas de lujo y el abandono histórico de ciertos sectores urbanos.
Al final, sin embargo, la culpa de la gentrificación se le atribuye a los extranjeros por un viejo vicio de la política migratoria a nivel global, que tiene que ver con algo inaudito: la atención excesiva a los migrantes que llegan, al tiempo que se ignoran los derechos de las comunidades que los reciben. Lo mismo sucede en Estados Unidos o Europa: los inmigrantes no son rechazados por sus aportaciones positivas, que son muchas, sino por los impactos negativos que generan ahí donde llegan. En todos lados un migrante genera impactos distintos pero, al final, el fenómeno es el mismo: se afecta a la gente que ahí vive de un modo u otro.
Así las cosas, es comprensible que mientras las políticas migratorias no protejan tanto a quienes llegan como a quienes reciben, será inevitable seguir escuchando el grito de “green go home”. Es la reflexión habitacional de tu Sala de Consejo semanal.