Política

Una luz en el camino

Adrían LeBarón no correrá la suerte de Martín Sánchez, protagonista de la novela de Ignacio Manuel Altamirano, en la que pide ayuda al Presidente Benito Juárez para combatir a los forajidos que operan en Morelos, dirigidos por El Zarco, nombre con el que el guerrerense bautizó su obra.

Juárez no sólo se mostró interesado, sino que proveyó al solicitante de armas y le concedió la facultad de colgar y fusilar a los bandoleros.

LeBarón, con dolor y rabia pidió al Presidente de México que lo arme caballero para “entrarle a los chingadazos”. Refleja un deseo decidido por dar la batalla, en un campo en el que el gobierno se niega a cumplir con su deber.

Con esas palabras recordó la petición que Martín Sánchez hizo a Juárez, quien concedió el permiso y además alentó al justiciero para que aplícasela ley en donde los bandidos imponían la suya.

Recordó también la historia de los Caballeros Templarios, fundada por Huges de Payns con permiso del rey de Jerusalén, Balduino II y que crecería a niveles jamás sospechados, hasta que la voracidad de Felipe el Hermoso, rey de Francia, acabó con la orden, tras perseguirlos con denuedo y mandar al último gran maestre, Jaques de Molay a la hoguera.

Entre otros juramentos, los monjes guerreros hacían promesa de pelear hasta la muerte y no abandonar la batalla, salvo que el enemigo superara el número de tres contra uno.

LeBarón Dijo dolido, emocionado, firme: “seguir viviendo como si nada sucediera, es un acto de cobardía infinita y significa ser parte de un suicidio colectivo… Porque cada muerte, lo quieran o no aceptar, es un pedazo de vida que se apaga dentro de nosotros”.

“Matar a mujeres, niños y bebés es un acto despiadado. “Es la peor pesadilla para un padre, para una madre, para una familia y para un país. Mi hija y mis nietos ahora son estrellas que viven junto a la luna”, abundó.

Armar a caballeros es un acto de caballeros. De hombres puros, valientes, decididos, con cualidades diferentes por encumbradas, en el arte de la defensa de sus pueblos, de sus hermanos y de su rey. Éste mismo marchaba a la cabeza de sus leales soldados.

¿Por qué no hacer caso a la petición? ¿A lo mejor en ella va la solución al sufrimiento del pueblo, que se siente abandonado a su suerte, porque la política que se practica no da frutos y no los dará nunca, porque las huellas que dejan los abrazos no sirven para escarmentar ni para apartar del mal a nadie.

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Armando Ríos Ruiz
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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