Me llamó la atención una nota sobre la reciente designación de magistrados del Tribunal Supremo de Venezuela. En realidad pocas cosas debieran sorprender al mundo después de los excesos y desplantes del chavismo, que aspira a seguir mandando aún cuando la mayoría de los venezolanos les quitó la mayoría.
Este nuevo episodio viene mientras el desastre económico sigue azotando a la población de aquel país. Al mismo tiempo anuncian acciones orientadas a mantener el poder en otros espacios gubernamentales. La formula es sencilla, aprovechar la mayoría que aún tienen en el legislativo para ajustar las instituciones, para limitar el poder del gobierno que los va a sustituir.
Permanecer en el poder es un fin legítimo para una fuerza política, pero no a costa de lo que sea. No perdamos de vista que la legitimación electoral vino después de una serie de golpes de estado.
Esa legitimación electoral se dio con una enorme dosis de populismo. Hay muestras en lo internacional, en el manejo de la economía, en la dependencia del petróleo y en la muy peculiar forma de gobernar con la silla vacía de Bolívar, el atuendo y el pajarito que susurraba a Maduro.
Pero todo eso se da a contra la corriente. Latinoamérica está dejando una etapa de gobiernos de izquierda. El de Venezuela se aferra, pero ya se va. Mientras el populismo de izquierda va de salida en América, vemos que en Grecia se topó con el muro de la Unión Europea.
El asunto no es sencillo, mientras el mundo busca nuevos horizontes el populismo se apunta como una opción de mejoría. El caso español es una muestra de que la opción de la mesura, del centro y de los partidos tradicionales no cuentan con mayorías para gobernar.
Surgen así opciones populistas como fiel de la balanza, así se explica el papel de los independentistas y anticapitalistas en la parálisis gubernamental española.
El mayor riesgo, sin duda, es que estos populismos de izquierda, derecha, independientes o nacionalistas tomen las riendas del futuro. Sé que mi opinión no es objetiva, pero lo que sí lo es, es el saldo del populismo en el mundo. Guerras, crisis, pobreza y sobre todo una inmensa hipoteca del futuro.
Decir a cada persona lo que desea escuchar es tan popular como irresponsable. En estas épocas tampoco es muy popular ser responsable y sí es muy impopular. Pero recuerde cuando vengan a pedir su voto o se le presenten para que los conozca que los populistas son peligrosos.
Los identificará fácilmente si le dicen a todo que sí. Sugiera una locura y le dirán que es gran idea, pida un imposible y se lo prometerá. Igualmente será imposible obtener de ellos una postura respecto a un tema, si le pregunta sobre derechos de minoras dirán que es un complot.
Si le cuestiona sus planes imposibles lo acusarán de esbirro del fascismo o del capitalismo o de cualquier enemigo imaginario. El populismo es tan peligroso como escurridizo.
Esté atento porque el desprecio de estas personas hacia las leyes y sus derechos es inmenso. Todo será válido cuando se trate de llegar al poder y mantenerse en él. Vea el caso de Venezuela.
Pero vea también lo que pasa en nuestro país, acusan de represivo a quien evita que roben camiones para sus marchas, le llaman preso político a quien atropella y mata a sus compañeros en un autobús robado para arrollar a la policía.
Para un populista el fin justifica los medios, especialmente sus fines y sus medios.