Durante la pasada Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en el suplemento Filias me referí a un tema sobre el que es necesario volver una y otra vez, puesto que lo sigo observando cada que voy a una librería buscando aquellas obras que he visto reseñadas en la prensa española y que, en mi ingenuidad, supongo llegarán pronto o dentro de unos meses a nuestro país, pero que en realidad llegan más tarde, nunca o, si acaso, con muy pocos ejemplares.
Mi frustración se produce continuamente y me parece un grave error que esto suceda en tiempos donde la globalización es ya un concepto manido. Por supuesto, se me dirá que estoy quejándome desde las catacumbas cuando bien podría adquirir esos libros vía electrónica, pero eso es pensar en alternativas a lo que debería ser el curso normal de los libros en nuestro idioma: circular libre y profusamente, pero además en el formato todavía dominante.
Escribí en aquella oportunidad para Filias que, en medio de las montañas de libros a los que siempre nos enfrentamos en las ferias libreras, se producen muchos espejismos y no pocas desilusiones. El más obvio es pensar que tenemos todo ahí, a la vista. Sin embargo, no sólo no está todo sino que si buscamos lo más nuevo veremos que únicamente se nos presenta aquello que las poderosas editoriales esperan vender en grandes cantidades.
Puse un ejemplo: "Ardenas 1944. La última apuesta de Hitler, de Antony Beevor. Salió hace meses al otro lado del Atlántico, pero acá ni sus luces (como dice mi señora madre usando una expresión acuñada acaso en su tierra, Jalisco). ¿Nos vamos a quedar sin conocer este libro, examen lúcido en torno de este episodio que marcó el dramático final de la Segunda Guerra Mundial?".
Decía también en ese texto que tal vez mi ejemplo era malo, porque Beevor en cualquier caso vende mucho (aunque no sé si en México), pero sirve, sin duda, para mostrar cómo incluso una novedad con firma prestigiosa llega con muchas dificultades.
Y si eso pasa con un autor como Beevor ya pueden ustedes imaginarse lo que sucede con autores menos conocidos y que desde luego no forman parte del mercado de best sellers.
Dice el profesor Thomas C. Foster, en su magnífico Leer como un profesor (Turner, 2015), que "los escritores creen que saben lo que están haciendo cuando se sientan a redactar una nueva obra, y supongo que así es, hasta que ponen el último signo de puntuación en la frase final. La mayoría de las veces, ese signo es un punto. Pero debería ser una interrogación, porque nadie sabe qué ocurrirá de ahí en más".
Foster se refiere desde luego a la recepción crítica que tendrá la obra, porque si hablara de nuestro tema las interrogantes serían muchas más: ¿será publicada y luego traducida a otras lenguas? ¿Las editoriales se tomarán la molestia de darle seguimiento a su distribución en todos los mercados posibles? ¿Será catalogada por la misma editorial como una obra de "poco" interés por dirigirse a un público "reducido"?
De todo ello depende que incluso un gran divulgador como Beevor esté o no con su más reciente obra en las librerías de Latinoamérica. Pero también debo decir que Foster está porque Turner (como, por suerte, otras editoriales de gran calidad, de las que podemos decir que son independientes en tanto no han sido absorbidas por los supergrupos como Random House y Planeta) se ha tomado muy en serio que sus libros lleguen a Latinoamérica porque suponen —y muy correctamente— que sus lectores son los mismos aquí y allá.
Esa misma determinación la encuentro en otros sellos españoles y sudamericanos distribuidos por editoriales como Sexto Piso y Almadía, que entienden que sus libros solo tienen una oportunidad de ser leídos: si llegan a las librerías de todas partes y son conseguidos por ese personaje que los ansía y busca: el lector.
Los que increíblemente no parecen creer que sus lectores sean los mismos en todas partes (porque los ven solamente como segmentos de mercado) son los grandes grupos. De ahí que sus libros más exquisitos crucen el Atlántico en pequeñísimas cantidades, cuando lo hacen.
Puede pensarse que el listado de esos libros es reducido, pero al ser publicados por editoriales que producen cientos de títulos al año es todavía más vergonzoso lo que está ocurriendo con la distribución de sus obras de mayor calidad.
Lo que sucede es claro: los grupos gigantescos privilegian a los autores superventas, a las obras "probadas" ya como éxitos. Y no está mal que así ocurra; lo que veo mal es que no intenten equilibrar un poco las montañas de esos libros (en los que abunda la basura) con los publicados (por ellos mismos) al amparo de sus sellos de referencia y que tienen todavía gran calidad. ¿Es mucho pedir?