Cultura

De Ciencia Ficción

  • Columna de Antonio Navarro
  • De Ciencia Ficción
  • Antonio Navarro

En verdad, qué vulnerable es la especie humana. Somos a fin de cuentas una minúscula partícula viviente en este vasto infinito que llamamos Universo. De un macrocosmos que sostiene nuestros signos vitales por la línea frangible e invisible de la existencia, hasta el microcosmos que sigue allí, latente, como larva prehistórica imbuida en un hervidero de gérmenes amorfos y desfigurados en su viscosa  pus y que son capaces de alterar nuestros signos de inteligencia; de una razón siempre segura por su eficaz dominio sobre este mundo que hemos creído domesticar a partir de nuestros ancestros. La realidad es otra.

En el velo de nuestra dimensión terrenal subsisten especímenes tan diminutos y pigmeos de entre 80 y 120 nanómetros que por supuesto son imperceptibles a nuestros ojos; es el llamado virus.

Y aun bajo esta aparente insignificancia cada virus es un ejemplo extraordinario de signo viviente y mutante capaz de abrir y desdoblar sus propias entrañas para desencadenar eslabones como tentáculos que van detectando y consumiendo de nuestras células todo aquello que le permita subsistir dentro de nosotros hasta infectar toda molécula vital que representa la llegada al límite de esa línea que divide la frontera entre la vida y la muerte.

En verdad, qué vulnerable es la especia humana: bien podemos ser tragados y engullidos por un inmenso hoyo negro en el macrocosmos, o bien ser devorados y consumidos por dentro en ese laberinto viral que revienta cada célula en el microcosmos de nuestro sistema sanguíneo.

Y dentro de todo, las paradojas de la vida: justo un día, cuando los científicos quieren dar con la identidad del virus (ahora ya por todos conocido), y no logran capturar su genoma, entonces, al mismo tiempo un grupo de astrónomos descubren sorprendidos por vía de un poderoso telescopio la misteriosa explosión a mayor distancia de nuestro universo jamás vista por el hombre.

Se trataba de un colapso nuclear de dos estrellas que activaron una detonación de rayos gama en tonalidades rojas inauditas que no existen en el rango de la escala lumínica en la tierra.

A este fenómeno macrocósmico los científicos lo denominaron GRB 090423, y su explosión ocurrió hace 13 mil millones de años luz (que es la distancia que la separa de nuestro planeta); los astrónomos apenas tuvieron 10 segundos para presenciar y registrar el asombroso acontecimiento.

Justo ese mismo día, en el cruce de las dimensiones, el ser humano se ubica  entre dos acontecimientos en extremo opuestos, por un lado el núcleo viral, y en otro el perímetro estelar. Pero, ¿en verdad son realidades opuestas? Por lo pronto existe la teoría que somos polvo de estrellas.

¿En verdad son realidades opuestas? Por lo pronto existe la teoría que somos polvo de estrellas

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