Cultura

Un dolor real

  • La pantalla del siglo
  • Un dolor real
  • Annemarie Meier

Los hemos visto en muchas películas: Turistas de Estados Unidos en Europa – por lo general en Francia, Italia o Grecia - que admiran monumentos, museos y paisajes al mismo tiempo que pasan por situaciones incómodas frente a los lugareños, sus costumbres y rituales de comunicación. Un dolor real (A Real Pain) de Jesse Eisenberg se aleja de las películas “turísticas” de estadounidenses en Europa, al acompañar a un grupo de judíos a Polonia donde buscan conocer lugares y vestigios de la población judío antes y durante la segunda guerra mundial. Un dolor real empieza en un aeropuerto de Estados Unidos donde, después de años de no verse, dos primos se reencuentran para volar a Varsovia y participar en un tour histórico - cultural.

El reencuentro de los primos revela sus distintos caracteres, modos de vida y conductas: Mientras David (Jesse Eisenberg) es un hombre, esposo y padre formal, su primo Benji (Kieran Kulkan) es extrovertido, sociable y tiende a la depresión. Después del aterrizaje en Varsovia conocemos al resto del grupo: Una pareja de cierta edad, una mujer sola y un joven de Ruanda, convertido al judaísmo. El guía, el único no judío del grupo, se presenta como conocedor de la historia de los judíos, que, según opina, puede ser bastante trágica.

Al comentario un tanto extraño del guía le siguen una serie de escenas que rompen con el tono de un viaje en memoria de espacios judíos de Polonia. Frente a un monumento de Varsovia que rinde homenaje a la resistencia de los judíos polacos, el irrespetuoso Benji rompe el silencio, corre alegre hacia el monumento, se pone en pose de lucha y pide que le saquen una foto. El grupo se deja contagiar y se integra con risas a la escena de mármol mientras que el sorprendido David se ve obligado a tomarles fotos de recuerdo con sus celulares.

La irrupción irreverente en la seriedad de un tour del dolor se repite en varias secuencias que muestran que la memoria del pasado se puede convertir en situaciones y eventos del presente que pueden superar y sanar heridas al reconocer el poder de la realidad. Interesante que es precisamente el irreverente Benji quien estalla en varias ocasiones frente a lo que llama “cinismo del grupo”. Por ejemplo, al viajar en primera clase por los rieles por los que los nazis transportaban los vagones con judíos a los campos de concentración. Cuando el guía los lleva a visitar un campo de concentración y les enseña la cámaras de gas y los hornos, se terminan las incesantes pláticas y la música de Chopin y el grupo abandona el lugar en un profundo silencio.

Con un guión sumamente detallado e inteligente, Eisenberg construye el motivo del viaje de cada participante, ilumina su reflexión acerca de la esencia e importancia de ser judío y muestra las distintas maneras de afrontar o tabuizar la memoria del pasado. David y Benji realizan el viaje en homenaje a su abuela que se salvó por milagro de morir en el holocausto. Frente a la casa donde la abuela, recién fallecida en Estados Unidos, pasó su niñez, los dos primos se quedan sin palabras y tratan de hacer un gesto en honor a la abuela. El viaje les enseñó el dolor real y la realidad del dolor que Benji no ha podido superar.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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