Cultura

Reencuentro con Río escondido

  • La pantalla del siglo
  • Reencuentro con Río escondido
  • Annemarie Meier

Al acercarse el día del maestro se impone revisar películas cuyos protagonistas ejercen la profesión o el rol de maestros. Como manera para dedicarle un homenaje y una mirada crítica al recuerdo de los maestros que han acompañado nuestra educación y socialización. La película que decidí volver a ver en este 2021 fue Río escondido de 1947. La recordaba como emotiva, estéticamente muy bella, con una impresionante actuación de María Félix y un tono bastante patriótico y algo pomposo.

Sin embargo, al verla de nuevo me llevé una sorpresa. Obvio que a 74 años de su realización el discurso nacionalista y la figura de una maestra que se sacrifica en pro del encargo de un presidente - dios que le encomienda salvar a México, suena anticuado. Sin embargo, lo que me sedujo en esta renovada revisión fue la enorme carga artística, el reconocimiento de la fuerza femenina y la actualidad de los problemas que muestra la película. La pretensión detrás del filme producido en el sexenio de Miguel Alemán, aparece escrito en la pantalla desde el inicio: “La película no se refiere precisamente al México de hoy ni ha sido nuestra intención situarla dentro de él. Aspira a simbolizar el drama de un pueblo que como todos los grandes pueblos del mundo ha surgido de un destino de sangre y está en marcha hacia superiores y gloriosas realizaciones”.

Los créditos iniciales están montados sobre grabados de madera de Leopoldo Méndez cuya estética blanco y negra marca el poder visual de todo el filme. Los créditos citan al pintor Diego Rivera, el guionista Mauricio Magdaleno, el cinefotógrafo Gabriel Figueroa, el compositor Francisco Domínguez y el director Emilio Fernández. La película empieza con un lento paneo sobre el Zócalo de la Ciudad de México, la catedral y la fachada del Palacio Nacional por la que observamos de espalda y corriendo a una joven con un rebozo blanco. Es la maestra rural Rosaura (María Félix) quien acude a una reunión con el presidente de la República. A la entrada de Palacio Nacional Rosaura admira la campana que, con voz femenina fuera de cuadro, le explica su función mientras que el patio central se presenta con voz masculina y aprovecha los murales de Diego Rivera para una lección de historia de México. Ya frente al presidente, al que vemos de espalda y como sombra, Rosaura recibe el encargo de ocupar el puesto de maestra en Río Escondido, un apartado pueblo del norte. La joven acepta con orgullo ya que se trata, según el presidente, de sacar al campo del abandono, la falta de salud y educación. A pesar de estar enferma del corazón, Rosaura viaja a Río Escondido donde se tiene que enfrentar a un cacique violento y dominante que mantiene al pueblo sometido, la escuela convertida en caballeriza y a la ex maestra en su amante.

Con secuencias e imágenes poderosas el filme ilustra los temas y formula la crítica: El poder del cacique sobre el agua mata a un niño que llena su cántaro en el pozo, su poder justifica el reclamo de someter a la maestra como su propiedad, la resistencia a la atención médica – por ejemplo la vacuna contra la viruela - lleva al asesinato de un doctor y la expulsión de su padre. Son secuencias de gran dramatismo que, a pesar de ser “de época”, sorprenden por su vigencia. Por cierto, nos enteramos por la prensa que Río Escondido está en proceso de restauración en la Cineteca Nacional. Una excelente noticia que permitirá un reestreno y una revaloración de la obra.


Annemarie Meier

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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