Cada nueva película sobre el Holocausto reaviva el debate sobre la pregunta si es posible mostrar y narrar el horror de uno de los hechos más oscuros de la historia humana. Un filme sobre el exterminio de seis millones de judíos (llamado en hebreo la shoa), un gran número de gitanos y personas con alguna discapacidad, suele despertar la sospecha de trivializar o falsificar los acontecimientos históricos, explotar el horror o banalizar el genocidio. Según Claude Lanzmann, realizador del documental de nueve horas Shoa (1985), el horror del holocausto se resiste a ser mostrado con imágenes. El realizador francés escogió otro camino: A lo largo de once años registró y montó una banda sonora con narraciones de sobrevivientes y victimarios que ilustró con imágenes de espacios y material fotográfico de los campos de concentración y exterminio.
En La zona de interés (The zone of interest), filme de ficción que llamó fuertemente la atención desde su estreno en el festival de Cannes 2023, también el director británico Jonathan Glazer buscó una nueva manera de recordarnos el horror del holocausto.
Con la certeza de que el sonido no sólo es más veloz que la imagen sino que llega a la emoción con más fuerza, Glazer empieza su filme con la pantalla en negro y una discreta música de fondo a la que se agregan poco a poco, trinos de pájaros y voces humanas. La imagen muestra a un grupo de niños y adultos en traje de baño a orillas de un idílico lago rodeado de árboles y pasto. Del feliz día de campo el filme pasa al jardín de la casa “de calendario” del militar alemán Rudolf Höss, quien se despide de su familia, atraviesa la reja del jardín detrás de la que descubrimos muros reforzados, una torre de vigilancia y movimiento de coches y soldados. Con ese inicio Glazer establece los espacios y la perspectiva desde los que se narra el filme: Jardín, casa y familia de Hedwig y Rudolf Höss, comandante del campo de exterminio Auschwitz en Polonia. La vida diaria de la familia, el cuidado del jardín, las visitas al comandante y los “regalos” de elegantes prendas que llegan a las manos de Hedwig, definen el desarrollo del filme. Un mundo feliz, muro a muro con los sonidos de camiones, órdenes militares, gritos de dolor y el humo negro expulsado por las chimeneas de Auschwitz.
Con la certeza de que la banda sonora no sólo es más veloz sino que llega a la emoción con más fuerza, Glazer desarrolla un relato que desconcierta profundamente ya que en cada momento estamos conscientes que la pareja y sus hijos viven al lado y a expensas del dolor y la muerte. Grabadas en Auschwitz, uno de los campos nazis más deshumanizados y mortales, las últimas imágenes del filme muestran a mujeres con escobas, baldes y trapos que se dedican a limpiar pisos y ventanas de las cámaras de gas y hornos que hoy en día se pueden visitar. Detrás de las ventanas hay altas pilas de ropa, bolsas y maletas.
El impacto del filme reside en lo que Hanna Arendt llamó “la banalidad del mal”, una idea que convenció a Glazer y al escritor británico Martin Amis en cuyo libro se inspira el filme. Con la decisión de narrar el filme desde la perspectiva de los victimarios, Glazer nos recuerda que un mundo y una vida “de calendario” puede ser perversos.
¿Cómo puede ser posible vivir al lado del más profundo horror sin darse cuenta? ¿En verdad estamos ciegos o simplemente negamos lo que podría inquietarnos? No hay duda, al volver a recordarnos el horror nazi, La zona de interés nos obliga a abrir los ojos – y escuchar – al mundo detrás del muro de nuestro jardín. La película acaba de recibir el Oscar a Mejor filme internacional.