El poderoso movimiento antirracista que observamos en muchas ciudades de Estados Unidos nos recuerda que en México tenemos una tarea pendiente. Con los pueblos originarios y con los afrodescendientes de la Costa del Pacífico. El cine es un medio potente para visibilizar este pendiente. Lo pudimos constatar hace dos años con Roma de Alfonso Cuarón, una película que no fundó pero sí reforzó la organización de las trabajadoras del hogar que, en el centro del país, son en su mayoría, de descendencia indígena. El cine documental trabaja el tema desde hace muchos años pero en la ficción siguen siendo escasas.
El realizador Jorge Pérez Solano, originario de la mixteca oaxaqueña con estudios de cine en CdMx, ha dedicado sus primeras películas a problemas como la migración, el aislamiento del mundo indígena y la falta de inclusión de las mujeres. Después de sus bellísimos filmes Espiral (2008) y La tirisia (2014), creó en año y medio de trabajo con un grupo de afrodescendientes de la costa de Oaxaca y Guerrero, la película La negrada, un impresionante filme que da visibilidad y voz a una de las comunidades menos conocidas de México.
La negrada se estrenó en el FICG 2018 donde César Gutiérrez Miranda ganó el Mezcal a mejor cinefotografía. La película nos lleva a la playa Corraleros de Pinotepa Nacional y cuenta la historia del pescador Neri que hace malabares para ayudar a su esposa enferma Juanita con la que tiene una hija adulta, y satisfacer las necesidades de su segunda familia con Magdalena y tres hijos. Las dos familias de Neri se conocen y su hija mayor convive con los hijos de su querida. (“Queridato” le llaman a este tipo de situación matrimonial, socialmente aceptada aunque difícil de soportar por las dos mujeres). El filme observa las actividades cotidianas de la población que se dedica a la pesca, el secado del pescado, la preparación de comida y la venta de objetos a los turistas, mientras el atribulado Neri va y viene en bicicleta de una familia a otra para cumplir con su deber de marido, padre y proveedor.
El filme no esconde el hecho de que los personajes son representados por niños y adultos del lugar. Pérez Solano convivió y trabajó con ellos en la construcción de los personajes, y el desarrollo de la historia. El resultado es absolutamente convincente ya que detrás de la “actuación”, se siente la presencia de una persona que, al mismo tiempo que fusionarse con el ambiente, muestra su autenticidad y una divertida distancia con su rol. Inolvidables son los momentos en los que a través de una conversación, una poesía o una escena de baile, parecen hacer parodia de su negritud.
La negrada no se dirige al espectador en tono de denuncia. La historia y los personajes bastan para convencernos que la construcción de un país multiétnico y multicultural necesita mucho más que discursos de inclusión.