Vaya que el cine rumano es capaz de impactarnos con cada película que llega a nuestras pantallas. En Europa ya se está hablando del “milagro del cine rumano”; aquí lo conocemos poco aunque recordamos quizás el impacto de 4 meses, 3 semanas, 2 días de Cristian Mungiu. El director nos vuelve a atrapar con Bacalaureat (Graduación), película con la que ganó el premio a mejor dirección en el Festival de Cannes 2016. Graducación es sencilla en cuanto a la historia que narra pero compleja en el tema y cuestionamiento que despierta emociones fuertes en el espectador. Mungiu se caracteriza por mostrar personajes que se enredan cada vez más en situaciones desesperadas que parecen no tener salida. Aborda la sociedad rumana post dictadura en su apariencia y esencia. Ceausescu se fue pero los vicios del sistema dictatorial siguen vigentes; una realidad desesperanzadora que pone a los personajes de Graduación en dilemas morales y éticos dolorosos.
La película gira alrededor de Romeo, un doctor cincuentón de un hospital público de una pequeña ciudad rumana. Su hija Eliza de 18 años está por terminar el bachillerato y el hombre hace todo los posible por mandarla a estudiar al extranjero ya que los estudios en una universidad de prestigio le asegurarían un futuro exitoso. La joven sobreprotegida por su padre sigue los consejos al pie de la letra hasta que, a un día de un examen decisivo, sufre un brutal ataque sexual que la deja lastimada y pone en peligro los planes a futuro. El suceso brutal descubre la fragilidad de la familia y destruye la apariencia de armonía que los padres han construido para proteger y estimular a su hija. El paternalismo mal entendido del padre lo involucra en una cadena de petición y cobro de favores que lo encierra cada vez más en una red de corrupción.
A partir de la primera escena en la que una piedra lanzada desde la calle rompe una ventana del departamento del doctor, el guión construye secuencia por secuencia, un drama - con efecto de thriller - que involucra no sólo a los personajes sino también al espectador. Centrado en los infortunios del doctor que se siente forzado a negociar las calificaciones de su hija, otorgar favores en el hospital y asumir su responsabilidad como pareja, el filme muestra la maraña de complicidades que caracteriza no sólo las instituciones sino la vida personal de los personajes.
Lo desesperante de Graduación es que la generación de los padres está consciente de la situación pero perdió toda esperanza de cambio. Después de la dictadura Romeo y Magda regresaron al país llenos de ilusiones. Ahora se dan cuenta que la modernización y democratización del país ha cambiado las formas pero no la esencia. Desilusionados pretenden educar a los hijos para que la próxima generación sí cambié el país. Sin embargo, los hombres como Romeo no reconocen que el paternalismo autoritario, la doble moral y las transas basadas en complicidades no abonan a la construcción de una sociedad con reglas y justicia.
La música clásica – especialmente arias de ópera - acompaña los dilemas y dramas de manera sutil pero efectiva. Cuando al final del filme Romeo por fin “suelta” a su hija, el espectador podría respira con alivio si no fuera por el niño de la última escena – hijo de la amante de Romeo - quien se asoma al salón de clase dónde recibirá su educación. Tampoco nos deja tan tranquilos la comparación de la sociedad rumana con la nuestra que muestra vicios preocupantemente cercanos a los que observamos en el filme.