El título del más reciente filme de Woody Allen parece dirigirse a los que hemos seguido con suspenso y deleite su obra de, hasta ahora, 50 películas. Una cifra redonda para una filmografía con sello personal y un creador estadounidense culto, divertido, egocéntrico, terco e inmensamente prolífico. Me parece que en el caso de Woody Allen los adjetivos terco y egocéntrico no son peyorativos sino características de un artista que formula con cada obra una nueva versión - y reflexión - acerca de los temas que le preocupan. Un narrador que, además, sabe mezclar a la perfección elementos culturales, filosóficos y sicológicos con historias en tono ligero y divertido.
Y sí, fue un “golpe de suerte” que al estar vetado en Estados Unidos, el realizador neoyorquino haya aprovechado las puertas abiertas de la industria cinematográfica europea. Golpe de suerte (Coup de chance) es su primera película enteramente francesa. Realizada en París, con actores franceses y hablada enteramente en francés, sigue por un lado los patrones narrativos y estilísticos de su obra anterior, mientras, por el otro, incluye características, rituales y convenciones de la cultura francesa y, de paso, citas y homenaje al cine francés.
Sinopsis y descripción del tema de Golpe de suerte coinciden con un buen número de películas anteriores de Woody Allen ya que el argumento gira alrededor del amor y las relaciones de pareja, las decisiones que tomamos en la vida y el azar que, a menudo, se atraviesa y cambia el transcurso de una vida y relación. En contraste con los muchos filmes en los que las dudas, los conflictos y la autorreflexión giran alrededor de un personaje masculino, en Golpe de suerte es una mujer quien pasa por una época de duda, descubrimientos, conflictos y sentimientos de culpa. Fanny (Lou de Laâge), una parisina sensible y distinguida que trabaja en una agencia de subastas y está casada con un exitoso, pero algo obscuro, hombre de negocios, se topa en las calles de París con un ex compañero de preparatoria que empieza a llenar el vacío de sus rutinas y su matrimonio. Jean (Melvil Paupaud) la hace sentir como “mujer trofeo” ya que los dos forman una pareja modelo altamente apreciada en la alta sociedad parisina. Sin embargo, a Fanny le incomoda tanto el romanticismo burgués de Jean como su pasión por la caza y un modelo de ferrocarril miniatura que llena un cuarto de su casa y lo divierte “como niño” en su tiempo libre.
Alain (Niels Schneider), el ex compañero de preparatoria, es todo lo contario. Como escritor es independiente, bohemio y no tarda en confesarle que Fanny había sido su primer amor aunque nunca se lo había dicho. La frescura de Alain, las largas pláticas y caminatas llenan el día a día de Fanny con aire nuevo, impulso y deseo pero también despiertan el sentimiento de culpa hacia Jean. El que toma cartas en el asunto es el decidido Jean quien no quiere perder a su “mujer trofeo”. Es Jean, quien interviene en el azar y la causalidad y cambia el trascurso de los hechos: El triángulo amoroso quizás nos remita a Jules et Jim de François Truffaut), la trama de crimen a filmes de Claude Chabrol y las secuencias de comida y pláticas a relatos de Eric Rohmer. Los conflictos de pareja, la irrupción del azar y los momentos de decisión corresponden, sin embargo, a los que Allen suele describir y desarrollar.
Si Allen le rinde homenaje a París como la ciudad del amor y al cine francés como espacio de historias de parejas, con su cámara y luz el italiano Vittorio Storaro dedica su arte y poesía a París como la “ciudad luz”, los interiores como escenarios de teatro, los parques como pinturas y los rostros de Fanny, Jean y Alain como “ventanas del alma” que muestran emociones, dudas y angustias. El filme es un golpe de suerte de dos grandes maestros del cine, una pieza de madurez y experiencia. Ojala puedan seguir trabajando.