En mi columna del 14 de mayo describí con entusiasmo las tres películas “tapatías” de la selección Mezcal de ocho películas de ficción que fueron realizadas por mujeres: La arriera de Isabel Fregoso, Después de Sofía Gómez y Corina de Urzula Barba. Las tres películas se centran en personajes femeninos que atrapan y conmueven por sus dramas, la fuerza y el poder de resistencia de mujeres de distintas edades, épocas y ambientes. Con tonos y estilos diferentes, las películas muestran las preocupaciones temáticas y el dominio de la expresión fílmica de sus autoras.
También las demás películas de ficción de Mezcal destacan por sus temas y estéticas originales. Como obras características para historias y ambientes de la Cuidad de México la sección Mezcal ofrece las películas No nos moverán y Arillo de hombre muerto, ambas con una exquisita estética en blanco y negro (que, si queremos ser precisos, son más “negras” que “blancas”).No nos moverán - título que recuerda una de las canciones de protesta de Joan Baez -, escrita y realizada por Pierre Saint Martin, se centra en la ira y sed de venganza de una abogada capitalina que no ha superado la muerte de su hermano a manos de un soldado del ejército mexicano que reprimió el movimiento estudiantil del 68. Tono, estilo y actuación de la farsa grotesca de Pierre Saint Martin se distinguen por completo de la de Arrillo de hombre muerto de Alejandro Gerber que nos atrapa con el seguimiento de una conductora de metro y capta con la precisión de un documental, el ambiente oscuro y hostil de las calles, túneles y las extenuantes jornadas laborales en la metrópoli. El enigma y el drama que desata la desaparición de su esposo lleva al “descarrilamiento” de la mujer, magistralmente interpretada por Adriana Cruz, quien acaba de ser distinguida en Cannes con una Palma de Oro.
También Los demonios del amanecer de Julián Hernández andan sueltos por las calles de la Ciudad de México. Pero no son los demonios del pasado ni de los túneles del metro sino las dudas y la búsqueda de rumbo y amor de jóvenes que experimentan ambientes, encuentros y relaciones. Calles y antros contrastan con ambientes de estudio, trabajo y la escena urbana artística. Lo que los une y separa son las percepciones y emociones y las dudas alrededor del amor y la vida en pareja.
Entre las películas mexicanas que tematizan la violencia que sufre el país, Vergüenza de Miguel Salgado es un filme fuera de serie. El destino de dos jovencitos apasionados por el béisbol, que son secuestrados y obligados a cometer atrocidades, da lugar a un relato que profundiza en el tema de lo que provoca la violencia: La culpa y, como lo define el título, la terrible y paralizante vergüenza que envenena la vida.
La película Jíkuri. Viaje al país de los Tarahumara de Federico Cecchetti es una verdadera sorpresa. Siempre me ha interesado el hecho de que un grupo de surrealistas franceses alrededor de André Breton llegaran a México a finales de los años treinta para una estancia de varios meses. Lo que no sabía - y aprendí con Jíkuri - es que el poeta, actor y dramaturgo Antonin Artaud (1896-1948) quien había actuado en películas como Napoleón de Abel Gance, había viajado a la Tarahumara - diez años después de romper con los surrealistas - para conocer la cultura, los rituales y la visón del mundo del pueblo originario. Artaud describió sus experiencias en el libro Los Tarahumara que fue traducido y publicado en español en 2018. La película Jíkuri observa los amplios paisajes, describe el encuentro de dos culturas, lenguas y visiones del mundo. Un filme bello y profundo. Al mismo tiempo que una emocionante lección de historia, antropología y filosofía.