Vimos con auténtico terror lo ocurrido en Jalisco, Guanajuato y Chihuahua.
El crimen organizado operando a "sus anchas", generando caos y llevándose entre las patas a la población, pobres mexicanos.
Pero que no olvidemos que nosotros estuvimos igual o peor. Recuerdo las constantes balaceras, la cifra de muertos que diario reportábamos, las escenas dantescas en puentes peatonales, centros comerciales, en esquinas y avenidas, la crueldad humana expresada al máximo, recuerdo también la desesperanza que experimentamos ante la ausencia de la autoridad, el olvido y la apatía que en consecuencia nos tocó.
Llegamos a convertirnos en la quinta región más peligrosa del mundo, luego de países con gobiernos fallidos como Siria, Libia o Iraq.
También viene a mi memoria un día que estaba en una farmacia ubicada en el cruce de la avenida Allende y Comonfort, serían las ocho o las nueve de la noche, recuerdo la fotografía:
Yo parado a mediación de la calle y viendo de bulevar a bulevar (del Independencia al Revolución), ni un coche, ni un alma, con un intrínseco toque de queda, como de película de ciencia ficción. Tiempos aciagos.
El fenómeno no está lejano, está presente en estados vecinos, cualquier movimiento en falso y esto se convierte (otra vez) en una zona de guerra, por eso debemos valorar los esfuerzos del Gobierno, que gracias a la coordinación y a que sus representantes decidieron dejar el farol y ponerse a trabajar, fue como pudimos salir de nuestras casas sin el temor de ser baleados o de ser objeto de un secuestro.
Llama poderosamente mi atención el actuar del gobierno federal, la forma en la que procede:
Por qué no toman en cuenta el modelo exitoso que hay en Coahuila y lo replican en los estados fracasados en materia de seguridad, porque no se trata de colores políticos, se trata de voluntades.
Hoy más que nunca debemos asumir nuestro papel en el entramado social y participar, cerrar las puertas por las que generalmente acceden los criminales, solidarizarnos, vernos todos y apoyarnos, porque lo que hoy le suceda a una familia de La Vencedora, tarde o temprano le va a impactar a una de Torreón Jardín.
Hoy lamento mucho la situación por la que atraviesan los habitantes de Jalisco, de Guanajuato, Chihuahua y sabe por qué, porque esa misma sensación la pude palpar durante cinco o seis años.
Vivir con miedo, no es vivir.