La idea es el acto básico del entendimiento. Sin embargo, no es tan fácil que a uno se le ocurra una buena idea. Hay veces que pasamos días buscando sin encontrarla y otras, en que aparece de la nada. En medio de la negrura en la que vivía nuestro pensamiento, un brillo. ¡Un foco! De ahí que al que se le ocurre la idea se sienta iluminado. La impresión de que es la idea la que lo ha encontrado a uno y no al revés. Es por eso que decimos que las ideas se nos “ocurren”, como si no tuviéramos que ver con ellas. Las ideas se nos ocurren, se nos suceden, se nos acontecen; provocando con su llegada una sensación tan satisfactoria que siempre, aunque sea sutil, nos produce una sonrisa. En este caso, la sonrisa debió haber sido grande, tal vez hasta una carcajada y es que la idea era buenísima.
“No lo digo yo”, la nueva sección que el Presidente inauguró en su mañanera la semana pasada, es una idea genial. Surge después de que el INE ordenara a nuestro mandatario abstenerse de interferir en el proceso electoral de 2024, debido al insistente acoso que hiciera a Xóchitl Gálvez. Justo el “cállate chachalaca”, pero traducido en ley, puesto en papel membretado del INE y dirigido ahora contra el propio Presidente.
En justicia no podemos olvidar que la gran idea viene acompañada de otra ocurrencia, algo así como una idea telonera, también bastante buena. Un par de días después de la amonestación, el Presidente dijo que no había sido notificado y siguió en su incesante ataque contra la representante del Frente Amplio que para entonces ya duplicaba —ella sola— el volumen de conversación en redes de todos los candidatos de Morena juntos. Se entiende, les urgía una idea. El caso es que la orden había llegado a Palacio Nacional, pero no la recibieron porque —y aquí viene la simpática respuesta del que no quiso recibir la notificación— estaban de vacaciones y no había nadie. Ba Dum Tss! (sonido del redoble de platillos y remate de tambor subrayando la chuscada).
Es cierto que nuestro mandatario por fin se dio por aludido en el sentido de acatar la orden y fue de ahí que al día siguiente presentó la idea: “No lo digo yo”. Se pueden decir muchas cosas de un mandatario que responde de esta manera a las instituciones de su país, pero de eso ya se ha discutido mucho, de ahí que hoy lo que me interesa entender es cómo surgió esa idea.
Me imagino una larga reunión en alguno de los imponentes salones de Palacio Nacional. ¿Qué hacer? Pronto habría que acatar al INE y ¿entonces? De ahí un trueno en boca de la cabecera de la mesa seguido de una “lluvia de ideas”. ¿Cuántas horas dedicadas a encontrar la forma legal de saltarse la ley? Todos asumiéndose como patriotas buscando la idea. Atardece en el Zócalo, la bandera poco a poco se va desdibujando. De pronto: un destello. Lo tengo: “No lo digo yo”. Primero debieron ser sonrisas, pero después, hasta Madero debieron haberse escuchado las carcajadas, empezando por la del Presidente. La idea era fantástica.
¿Cuántas horas al día se dedican en pensar en estas cosas? ¿Podemos los mexicanos darnos el lujo de perder el tiempo en estas gracias, teniendo los problemas que tenemos? Ahora imaginemos que esto no lo digo yo, lo dicen las mujeres y las niñas violentadas, los muertos y también los desaparecidos.