Política

La casa del horror

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Lo escucha todos los días y a todas horas. En voz de todo aquel que tenga una voz y escrito en todos los lugares donde exista un espacio. Cantado y hasta en señas. “Quédate en casa”. La consigna fundamental de esta pandemia se ha convertido en un sonsonete que acompaña nuestros días, parte del paisaje auditivo que nos recuerda que hay algo que no está bien allá afuera. La frase que se repite más de 45 mil veces al día ha revalorado la casa como el lugar más seguro del mundo. La casa, tan menospreciada durante décadas, se ha convertido hoy en el centro del mundo. Ni nuestra Tierra, ni el Sol, ni siquiera nosotros mismos: la casa es hoy el centro, el punto de apoyo desde donde se sostiene el Universo. Kasascéntrico.

La epidemia más larga de la historia nos ha confinado en casa y esta ha surgido como una “casa matriz”, una casa madre, una casa femenina revalorada. Ya no como era antes en donde el “fuera de la casa” —el espacio laboral—, daba mejores credenciales. Hoy, la casa cuida. La casa tiene el comedor de todos y la cocina en donde pasan cosas buenas: las que uno puede controlar con fuego, con sal. ¿Se ha fijado en la cantidad de fotos de pan hecho en casa que la gente está compartiendo en sus redes? Una cosa tan simple: a la gente le da tranquilidad que la casa huela a pan. Parece un lugar común, lo es. Eso es lo que le da la fuerza. Lo que hoy es común, lo que hoy no es en solitario, eso en lo que hoy cabe más de uno, da fuerza. Felicidad en un momento en que casi resulta absurdo ser feliz, seguridad. Poder hacer pan significa que uno tiene la posibilidad de sobrevivir.

Sin embargo, México es también una casa de espanto y de horror. Las llamadas de mujeres pidiendo auxilio se han incrementado en casi 30 por ciento desde que empezó la contingencia. Nunca, desde que el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública empezó a medir los datos se habían registrado tantas denuncias por violencia contra la mujer.

La casa que cuida, en México es también la casa que espanta. Esa es la otra curva que se tiene que aplanar, la de la violencia intrafamiliar, la de la violencia contra la mujer. Pero al igual que con lo de los contagios, las cifras no cuadran. El Presidente dice que detrás de la puerta no pasa nada, que el mexicano es fraternal, mientras tanto Locatel recibe cuatro veces más llamadas de auxilio y la Red Nacional de Refugios reporta un incremento significativo de casos.

En 1377 fue la primera vez que el domicilio personal se designó para guardarse de las epidemias. Se cerraban las casas desde fuera y cada día pasaban a hacer las cuentas del contagio y uno tenía que asomarse a la ventana para que se comprobara si no estaba contagiado; si respondía a su nombre y se veía sano, ahí se quedaba hasta completar la cuarentena. ¿Por qué cuarenta? Porque eso es lo que tardaba la peste desde el contagio hasta tu muerte, 37 días.

Sesentena la nuestra. Sesenta días en la casa que huele a pan, la que reivindica la labor de cuidar y proteger. Sesenta días en la casa del horror, a oscuras y entre llamadas de auxilio que nadie pareciera querer responder. ¿No tendrá el subsecretario de Salud otro centinela que pase por las casas para preguntar si las mujeres están bien?

@olabuenaga

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Ana María Olabuenaga
  • Ana María Olabuenaga
  • Maestra en Comunicación con Mención Honorífica por la Universidad Iberoamericana y cuenta con estudios en Letras e Historia Política de México por el ITAM. Autora del libro “Linchamientos Digitales”. Actualmente cursa el Doctorado en la Universidad Iberoamericana con un seguimiento a su investigación de Maestría. / Escribe todos los lunes su columna Bala de terciopelo
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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