Hillary Clinton es la primera mujer en la historia de Estados Unidos que tiene la posibilidad real de llegar a la presidencia. El martes pasado alcanzó el número de delegados necesarios para obtener la nominación demócrata y esto se confirmará en la convención de su partido a finales de julio.
Ha sido una lucha muy dura y lo que falta promete ser aún peor. Los próximos cinco meses no solamente determinarán si el país tendrá una mujer en la Casa Blanca, sino que definirán el rumbo de la democracia estadunidense.
En el corto plazo, Clinton necesita sanar la división interna del partido e invitar a los adeptos del socialista de Vermont, Bernie Sanders, a que se sumen a su campaña. El hecho de que Hillary ganó California ayudará a eliminar las dudas respecto a su supremacía al interior del partido.
En una encuesta realizada en abril, 25 por ciento de los seguidores de Bernie dijeron que no podrían votar por Hillary, pero eso fue antes de que se confirmara que Trump sería su contrincante. Se debe reconocer que Sanders introdujo temas importantes al debate, los cuales ahora habrá que atender, como la sobredimensionada influencia de dinero privado en las campañas electorales, el alto costo de la educación universitaria y la creciente brecha entre los megarricos y la clase media que sobrevive de quincena a quincena.
Es un hecho que en este momento el Partido Demócrata está mucho más unido que el Republicano, el cual tiene que lidiar con un candidato populista sin posturas concretas, más allá de su intolerancia hacia los mexicanos, los musulmanes y las mujeres (las tres M de la agenda reaccionaria).
¿Cuáles son los retos que enfrentará Clinton en la elección general? Para empezar, se trata de un personaje de la política muy conocida, en un momento en el que el hartazgo con los políticos “de siempre” es la tendencia en EU, en México y en el resto del mundo.
El hecho de ser mujer puede ayudar a neutralizar este tema, ya que será muy difícil para la oposición argumentar que su camino ha sido fácil. Sin embargo, Trump intentará sacarle provecho a la percepción generalizada de que Hillary forma parte de las élites del país.
Clinton enfrenta también un déficit importante de carisma, particularmente cuando la comparas con la imagen de rock star que tiene Barack Obama. Muchos de sus seguidores lamentan que ella no sea una persona que conecte fácilmente con la población y que genere empatía.
Cuando uno ha estado bajo ataque toda la vida, no es fácil bajar la guardia, lo cual hace que a menudo Clinton parezca demasiado pulida y acartonada. Yo argumentaría que mucho tiene que ver también con el hecho de que es una mujer mayor; seguimos viviendo en un mundo misógino en el que a nadie le gusta ver a las mujeres envejecer públicamente.
Dicho lo anterior, parece ser que Clinton por fin ha logrado modular su voz estridente y ha adoptado una cadencia que propicia una mejor reacción del público. En su discurso sobre política exterior, cuando puso en tela de juicio el temperamento de Trump para ocupar el cargo de presidente, así como en el discurso en el que celebró haber obtenido suficientes delegados para ser nominada, Clinton conectó con la gente en un nivel emocional que no le habíamos visto antes.
¿Cuáles serán las ventajas para Hillary durante el resto de la campaña? La elección general obedece a una lógica completamente distinta al proceso de las primarias. Hay que recordar que el Partido Demócrata tiene mayor afiliación a escala nacional —32 por ciento de la población contra 23 por ciento para el Partido Republicano— a pesar de que la mayoría de las personas hoy en día dicen ser independientes (39 por ciento, según Pew Research). En las elecciones generales los extremos tienden a perder y el discurso de Trump resulta altamente preocupante para una sociedad multicultural. Clinton dijo esta semana que el lema trumpista de “Let’s make America great again” busca regresar a un pasado intolerante que únicamente le convenía a los hombres blancos como él. La realidad es que hoy en día ellos son la minoría.
A diferencia de lo que sucede en México, donde el presidente en funciones no participa en la campaña, el presidente Obama, quien goza hoy en día de una tasa de aprobación nada despreciable de 51 por ciento, abogará activamente a favor de Clinton. La participación directa de Obama podría ayudar a generar entusiasmo, sobre todo entre los jóvenes y los hispanos, grupos en los que se ubican las tasas más altas de abstencionismo. Adicionalmente, el argumento de Trump de que el país está en llamas se debilita por el hecho de que la economía registra niveles de crecimiento positivos y la tasa de desempleo sigue bajando (4.7 por ciento en mayo).
Clinton tiene una gran ventaja respecto a Trump en cuanto a experiencia y conocimiento de políticas públicas y estuvo a cargo de la política exterior del país durante cuatro años. Todo esto nos hace suponer que Hillary arrasará con Trump durante los debates presidenciales.
Y aun así, no será fácil. Vivimos en tiempos turbulentos en los que los pronósticos políticos fallan constantemente y en los que Trump ha sabido capitalizar el miedo. La lucha en los próximos meses se reducirá a contrarrestar los miedos y la demagogia con hechos y propuestas. Para que sobreviva el proyecto democrático y multicultural de EU, es imprescindible que en noviembre Hillary se convierta en La Primera.
*Directora de McLarty Associates y miembro del Comexi.