Ahora resulta que Donald Trump es el villano del siglo XXI porque recurre a las fake news (noticias falsas).
¡Por favor! ¿De veras no se dan cuenta de lo que está pasando?
Estamos de acuerdo, el señor no es precisamente el presidente más querido en la joven historia de Estados Unidos, pero entre broma y broma, la verdad se asoma.
Donald Trump es un genio de la comunicación y sabe lo que hace cada vez que realiza una afirmación, como la de los disturbios en Suecia. ¡Está jugando!
¿Por qué? Porque lo que la nueva sociedad de la comunicación quiere es jugar, no informarse.
A lo mejor usted es un joven o un adulto con una inteligencia maravillosa, una persona culta que ama el periodismo profesional y que jamás opina sin leer los textos completos o sin ir a las fuentes confiables. ¡Felicidades!
Pero el mundo no es así. Tenemos una generación de hombres y mujeres a la que hemos educado para divertirse todo el tiempo. Todo.
Si no están metidos en las redes sociales, están en los videojuegos, diseñando memes o compitiendo para ver quién es más chistoso, más irreverente o más popular.
Por si esto no fuera suficiente, estos chicos, que desde hace rato votan y prefieren elegir celebridades estridentes que políticos de carrera, también han crecido bajo la cultura de “las cosas son como yo quiero”.
Ellos, por ejemplo, no toman café, cada uno combina granos, leches, endulzantes, tamaños, estilos, temperaturas y complementos hasta crear lo que se le dé la gana.
Ante esta forma de ser, ¿quién se quiere informar? ¿Quién quiere saber la verdad?
Que se informen los viejos, los que todavía leen periódicos, los que todavía escuchan noticiarios.
Las nuevas generaciones no necesitan información, al menos de corte periodístico, porque no la necesitan.
Lo tienen todo: derechos humanos, equidad de género, matrimonios igualitarios.
En el remoto caso de que necesiten saber algo, como el pronóstico del tiempo, en lugar de esperar a que salga el señor que da el clima en las noticias o de mancharse los dedos con las páginas de un periódico, le pican al celular.
Estos hombres y mujeres, que se merecen todo nuestro respeto, ni remotamente sueñan con conocer la verdad. La inventan.
Han vivido tantos horrores y han visto tantas conspiraciones en los medios, las películas, las series y hasta en el espectáculo y el deporte, que no creen en nada ni en nadie, solo en ellos mismos.
La verdad es mala, la verdad es aburrida. En cambio, la mentira es buena, es chistosa, divertida y si sirve para estar del lado apropiado de cualquier conspiración, pues mejor.
Por eso hay tanta gente compartiendo rumores que atentan contra el sistema, sacando frases de contexto para alterar el orden o editando fotografías para ver qué pasa. ¡Es broma! ¡Qué buena broma!
Por eso, insisto, cada vez hay más personas haciéndose las víctimas a través de la manipulación de videos, utilizando el viejo truco de la encuesta controversial o llevando a las multitudes a la polémica solo porque sí. ¡Está chido!
En lugar de estar dándonos golpes de pecho con el tema de las fake news, deberíamos poner los pies en la tierra, relajarnos, jugar, aprender y aplicar. ¿O usted qué opina?
¡atrévase a opinar!