Atención: deje de hacer lo que esté haciendo, ponga Prime Video y mire ya, pero ya, “Las flores perdidas”, su nueva gran serie internacional.
¿Por qué? Porque estamos hablando de la primera versión dramatizada de una de las novelas más famosas de los últimos años: “Las flores perdidas de Alice Hart” escrita por la gran Holly Ringland.
Porque estamos hablando de una historia apasionante, llena de emociones, de secretos, de amor, de denuncias, de exactamente eso que tanto nos gusta a los mexicanos.
Y porque, más allá de que su reparto está integrado por auténticas estrellas del espectáculo internacional como la legendaria Sigourney Weaver, sale nuestro paisano, el gran Sebastián Zurita.
Ver a Sebastián actuando en inglés, en Australia, al lado de esos figurones, sí es algo que nos tiene que llenar de orgullo a todas y a todos en este país porque, además, lo hace excelente.
Mire, para no hacerle el cuento largo, “Las flores perdidas” es un auténtico acontecimiento mediático, un contenido que tiene que ser visto, comentado y, lo más importante de todo, que tiene que servir para muchas cosas buenas.
Le explico: ésta es la historia de una niña, de una mujer, de su familia, de muchas mujeres, de muchas familias, de sus misterios y de dos asuntos que hacen la diferencia.
El primero, las flores. Y el segundo, la violencia de género.
Los mexicanos amamos las flores. Si no son las dalias son las rosas. Si no son las nochebuenas son las gardenias. Si no son los girasoles son las margaritas.
Vivimos en un país rico en flores, ¿pero qué tanto sabemos de ellas? ¿Sabía usted, por ejemplo, que cada flor tiene un significado y que se pueden mandar mensajes enteros uniéndolas en ramos?
“Las flores perdidas” es una gran novela, una enorme serie, pero también vale como un tratado para todos los que amamos mandar y recibir flores.
Es como un “Código DaVinci” de la floristería. Me encanta porque me invita a descifrar los enigmas detrás de los ramos y los arreglos florales.
¡Está genial! Yo me la paso tomándole fotos a la pantalla de mi Smart TV mientras la miro para hacerme experto en el tema de mandar mensajes con flores como los personajes de la serie.
Hablemos ahora de la violencia de género. Sí, yo sé que los medios y las redes nos han acostumbrado a pensar en esto como algo horrible que nos lleva del horror a la depresión, y ésa es precisamente una de las razones por las que nunca se compone.
En “Las flores perdidas” la violencia de género aparece como realmente es. No le voy a contar detalles para no arruinarle la experiencia pero no hay manera de ver esto, de no sensibilizarse y ahí sí de no conseguir que las cosas se compongan.
Esta serie tendría que ser un asunto obligado en escuelas, agrupaciones, instituciones y talleres de lectura porque todo es fino como en “Alicia en el país de las maravillas”, como en “Harry Potter”, como en esos títulos que millones de personas amamos.
Estoy leyendo el libro mientras veo la serie, que se acaba de estrenar con tres episodios, y me la estoy pasando increíble. De hecho, la estoy viendo en familia y no podemos dejar de comentarla, de aprender.
No damos crédito ni de la calidad de la adaptación ni de la exquisitez de la realización.
La gente de Prime Video se voló la barda con esta superproducción australiana que por alguna extraña razón nos remite tanto a México, a Iberoamérica, al mundo entero.
Si la justicia existe, el próximo año tiene que estar nominada al Emmy. No se vale que sólo apliquen las mismas “tres” series de las mismas “tres” marcas, sobre todo cuando tenemos asuntos personales y sociales tan importantes, tan necesarios.
“Las flores perdidas” me gusta tanto que hasta me encantaría organizar un taller de lectura y series para discutirla. Pocas veces nos enfrentamos a algo así.
Tal y como se lo dije al principio de esta columna: deje de hacer lo que esté haciendo, ponga Prime Video y mire ya, pero ya, “Las flores perdidas”. Le va a gustar. De veras que sí.