
Muy pocas veces, en la historia del espectáculo mundial, una estrella que ha triunfado protagonizando un musical, regresa 20 años después para interpretar el mismo personaje, reinventarlo y dejar a las multitudes con la boca abierta.
Pienso en la gran Glenn Close dándole vida a Norma Desmond en “Sunset Boulevard” en 1995 y en la manera tan increíble como construyó un personaje mil veces superior en 2016.
Lo que estamos viviendo hoy, en el Teatro de los Insurgentes, es histórico, mucho muy relevante a nivel nacional e internacional, un privilegio teatral que pocas generaciones pueden vivir.
Estoy hablando de Itatí Cantoral en “Cabaret”.
Como usted sabe, y si no le recuerdo, esta fantástica actriz enloqueció a las multitudes interpretando a Sally Bowles en 2004.
Fue un montaje exitosísimo que decenas de miles de personas siguen recordando con emoción.
¿Sabe usted lo que significa que exactamente dos décadas después doña Itatí regrese al mismo teatro para darle vida al mismo personaje?
Es un evento que habla con creces del monstruo sagrado de actriz que es la señora, de la sorprendente manera como el tiempo no ha pasado por ella y de la posición que ocupa en nuestro imaginario colectivo.
Por si esto no fuera suficiente, Itatí Cantoral no está repitiendo lo que hizo hace 20 años. Este “Cabaret” es otra cosa, una experiencia inmersiva, un montaje monumental, un clásico que ahora nos manda otros mensajes.
La señora Cantoral, por supuesto, deconstruyó a Sally Bowles, y de la misma manera como Glenn Close multiplicó lo que logró en el pasado, catapultó a la protagonista de “Cabaret” elevándola a niveles que Joe Masteroff, John Kander y Fred Ebb, los creadores de esto, jamás imaginaron.
La Sally que tenemos en el “Cabaret en el Kit Kat Club” en Ciudad de México sí, es Sally, la eterna Sally Bowles, pero ahora, además, es una mujer que nos representa, que se empodera, que elige la vida por encima de la catástrofe.
El director Mauricio García Lozano logró resultados maravillosos con Ilse Salas y Cassandra Sánchez Navarro. Cada una creó a su propia e irrepetible Sally.
Pero ahora tenemos el peso de una diosa del espectáculo, una figura que conecta en transversal lo mismo con el pueblo que con la élite, un fenómeno imperdible.
Y yo muero porque vengan los especialistas de Broadway y de Londres a ver esto porque les va a encantar. La fusión de lo que crearon para la actualidad con lo que tenemos en México es prodigiosa.
La pareja que Itatí hace con Gustavo Egelhaaf es divina. Los dos, juntos, se ven hermosos. Cuando ella está cantando con la cabeza de él recargada en sus piernas, es un momento sublime.
Pero ninguno como cuando el teatro explota con la canción “Cabaret”. La señora Cantoral no actúa, vive la canción y yo no sé cómo le hace, pero se encarga de que entendamos la letra, de que recibamos el mensaje.
Eso, más Julián Segura de Emcee (el maestro de ceremonias), Anahí Allué de Fraülein Schneider, Nacho Tahhan de Ernst Ludwig y Alberto Lomnitz de Herr Schultz, es la garantía de que ahí está pasando algo extraordinario, lo que casi ya nadie nos da en el teatro mexicano: certeza.
Tenga la certeza de que si va al Teatro de los Insurgentes a ver “Cabaret” con Itatí Cantoral estará viviendo una experiencia que pocas veces se da en la historia del espectáculo mundial.
¡Ya! Ni lo piense. Luche por ver esto. Se lo escribo hoy para que se organice con tiempo. Hay muchas promociones. Consulte cartelera y redes sociales. Le va a gustar. De veras que sí. ¡Felicidades!