Es maravilloso que la pantalla te sorprenda, que te haga gritar, que te haga sentir. ¡Ah, cómo extrañaba eso!
¿De qué le estoy hablando? Del cuarto episodio de la temporada dos de “House of The Dragon”, el que se transmitió el domingo pasado por la noche en HBO (y la plataforma MAX).
Desde los tiempos de “Game of Thrones” que no sentía algo así y lo más maravilloso es que los genios de MAX tan sabían lo que tenían que hicieron algo mucho muy especial a nivel prensa.
Vámonos por partes. No se asuste. No le voy a vender trama.
¿Qué fue lo que pasó? Que volvimos a tener uno de esos capítulos memorables donde suceden cosas que nunca habíamos visto en ninguna otra parte con un derroche de guión, de producción, de actuaciones y de efectos especiales.
¿Cuál es la nota? El regreso de la televisión premium.
Con toda la pena del mundo para los expertos y las nuevas generaciones, esto no lo inventó el “streaming”. Nació en los años 50 y tomó este nombre durante la primera época de oro de HBO en los años 90 con títulos como “The Wire”, “Oz”, “Sex and The City” y “The Sopranos”.
No se confunda. “House of The Dragon” no está inventando nada. Está recuperando lo que se perdió no sólo en Warner Bros. Discovery sino en toda la industria del entretenimiento nacional e internacional.
No hay estudio, casa productora, televisora ni distribuidora que no se haya visto involucrada en esto. No se deje engañar. Este negocio es menos glamoroso y relevante de lo que nos han querido hacer creer.
Ver lo que vimos el 7 de julio fue volver a casa, volver a creer, volver a entender que esto es hermoso, grande, que vale la pena invertir, que vale la pena crear.
Si HBO y MAX le van a seguir dando por ahí, ahora sí se van a poner muy bien las cosas. Ahora sí habrá competencia. Ahora sí seremos felices.
A nivel espectáculo, lo que pasó en ese episodio de “La casa del dragón” no tiene perdón de Dios de tan sorprendente. Como publiqué en X: casi me da un infarto.
Tal y como le he dicho desde que inició este concepto, aquí tenemos un muy peculiar equilibrio entre lo íntimo y lo público. En ese capítulo, lo más minúsculo y lo más descomunal explotaron al mismo tiempo impactando en nuestro sistema nervioso de una manera categórica.
Estamos hablando de imágenes que ni la más cara de las películas había tenido y de un discurso personal y político demasiado rudo para ser asimilado en tan poco tiempo.
Y eso nos llevó al éxtasis. ¡Gracias, HBO! ¡Gracias, MAX! ¡Gracias, “House of The Dragon”!
Si usted no ha visto esta serie, comiéncela a ver desde el principio ya. Si sólo le falta ese episodio, deje de hacer lo que esté haciendo y véalo de inmediato.
Y si ya lo vio, vuélvalo a ver con todo y los extras que se ofrecen en MAX. Le juro que es como los buenos libros: cada vez que lo vea, encontrará cosas nuevas.
¡Y es sólo el capítulo cuatro! Imagínese el cinco, el seis y todo lo que vamos a tener ahí de aquí al final de temporada. ¡Qué emoción!
¡Qué emoción que tengamos sólo un capítulo a la semana! ¡Qué emoción que tengamos orden! ¡Y qué emoción el trabajo de MAX con la prensa!
¿Por qué es importante hablar de la relación entre esta plataforma y la prensa?
Porque contrariamente a lo que muchos creen, los periodistas seguimos siendo el único puente profesional entre la pantalla y el público. Lo demás es charlatanería.
¿Cuál es el problema de la prensa y los contenidos hoy? Que casi ningún colega ve nada. ¿Por qué? Por mil razones. Una más penosa que la otra.
Si usted no ve algo, ¿cómo le va a gustar? ¿Cómo lo va a recomendar? ¿Cómo va a hacer que el público se acerque a la fuente? Es horrible.
El caso es que los ejecutivos de MAX sentaron a la prensa a ver, al menos, el episodio cuatro de “House of The Dragon” en una fiesta con cámaras y micrófonos.
Yo no pude ir porque fui padrino de la obra de teatro “La última paciente” de la que luego le escribiré.
¿Qué fue lo que pasó cuando los periodistas vieron “La casa del dragón”? Obviamente o se enamoraron más o se enamoraron por primera vez. ¡Pero se enamoraron!
Y no sólo eso, fueron grabados. Fueron parte del show. No hay manera de haber estado ahí y de no haber matado por publicar, por grabar, por escribir.
Cuando uno mira, no pregunta estupideces. Cuando uno se enamora, no se hace el “chistocito”. Cuando uno es parte del show, valora.
¡Benditos ejecutivos de MAX que rompieron con la pandemia de mediocridad que estaba aniquilando a buena parte del periodismo de espectáculos mexicano!
Lo demás usted ya lo vio en redes y en medios. Esto es un cañonazo. Esto es lo que siempre debió haber sido. ¿O usted qué opina?
Luche con todas sus fuerzas por ver lo nuevo de “House of The Dragon”. Le va a gustar. De veras que sí.