Hora y media había transcurrido con parte del repertorio clásico de la legendaria banda Pink Floyd, hasta entonces un concierto de rock progresivo, hipnótico, con destellos políticos, cuando se convirtió en un mitin que fue tomando dimensiones que ya adivinaban quienes conocen el clásico numerito de Roger Waters (1943): surcó los aires el famoso cerdo Algie sobre las cabezas de los asistentes VIP con leyendas grafiteadas sobre los 43 de Ayotzinapa y el sonido de las aspas de un helicóptero que da paso a la rola “Another Brick in the Wall” (part 2), con un coro de más de 60 mil chavorrucos: “We don’t need no / education / We don’t need no / thought control…”
La pantalla de 100 metros detrás de los músicos (tres guitarristas, dos en los teclados, dos coristas salidas de Star Trek, un saxofonista, un baterista y un cantante acompañantes de Waters en el bajo), 15 mil pixeles de resolución y 200 bocinas encendían el encuentro trazando consignas con las imágenes que marcaban una línea del tiempo con los típicos blancos del grupo: armamentismo, Gaza, fragmentos de la película de Alan Parker, para dar paso al tiroteo contra el candidato republicano gringo, coronado con una frase en español: “Trump, eres un pendejo”.
Imágenes que habían incluido un mensaje sin destinatario tácito, “Renuncia ya”, pero que la multitud interpretó ipso facto sin lugar a equívoco y acompañó con el grito de “¡Peña fuera, Peña fuera!”. “Mother”, “Money”, “Time”, “Shine on you Crazy Diamond” y “Wish you Were Here” abrieron boca para la segunda parte con “Run like Hell” como plato principal. Waters parecía haber cumplido con las expectativas, porque a nadie que conozca algo de la historia del bajista y de la banda británica que cofundó en 1967 puede sorprenderle su activismo. Apenas meses antes había hecho un llamado sin éxito a Bon Jovi para que se abstuviera de tocar en Tel Aviv y se uniera al boicot contra los asentamientos judíos en territorio palestino. Juntó a sus músicos y tomados de la mano agradecieron al público. La gente pidió el tradicional encore, pero Roger concedió eso y algo más.
Relató que se reunió en fechas recientes con sus “amigos” de la Ciudad de México, sacó dos hojas de papel y leyó un mensaje en español. Condenó las miles de desapariciones en el mandato de Peña Nieto, censuró las políticas del Presidente y dijo saber que los mexicanos están listos para un nuevo comienzo en medio de gritos, silbidos, aplausos y miles de celulares al aire grabando el momento. Tomó su bajo y se echó un par de rolas más, cerrando con la clásica “Comfortably Numb”, cuando pasaba la medianoche del miércoles para el jueves, y el primer aguacero del día se cernía sobre el oriente capitalino.
There is no pain you are receding / A distant ship smoke on the horizon. / You are only coming through in waves. / Your lips move but I can’t hear what you’re saying. / When I was a child I had a fever / My hands felt just like two balloons. / Now I’ve got that feeling once again / I can’t explain you would not understand / This is not how I am. / I have become comfortably numb.
Diluvio que hace sentir a los nostálgicos en su Woodstock con el chapaleo entre el lodazal que conduce al estacionamiento tarareando alguna pieza del set list de la ocasión, omiso, por cierto, de una predilecta del fusilero: “Summer ’69”. Ya instalada la escenografía para esta noche en el Zócalo, tercer acto de la gira por México, la interrogante se abre en torno a la respuesta de un público distinto a un mensaje similar desde el lado oscuro de la Luna. Tic tac, tic tac
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